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ejercicio, es en lo corporal donde la producción comienza.
En efecto, cultura y civilización refieren a un modo particular de racionalización y organización de las acciones
humanas. Sin embargo, como queda claro en el análisis de Norbert Elías, el proceso civilizatorio nos señala una
forma particular de organización social, la cual supone fundamentalmente un “estado supremo” de comporta-
miento y control de pautas conductuales que operan fuertemente en las formas de interacción de los sujetos
sociales. (Carabajal; Fernández, 2010, p.7)
Para Michel Foucault el cuerpo es el ser mismo y en coherencia deliberar en lo humano es pensar llenamente en
lo corporal. El poder disciplinario servirá para encausar, dirigir y gobernar las conductas del cuerpo.
“La microfísica del poder permite determinar cómo el poder disciplinario atraviesa los cuerpos y graba la norma
en las conciencias. A partir de los siglos XVI y XVII, en el ejército, en las escuelas, los hospitales, los talleres y otros
espacios se desplegaron (sic) toda una serie de técnicas de vigilancia y control, de mecanismos de identificación
de los individuos, de cuadriculación de sus gestos y de su actividad que fueron conformando determinados tipos
de productores” (Foucault, 1992: 25, 26). Barrera Sanchez 2007 (p.11)
Los mecanismos de injerencia disciplinar tendrán dos variaciones notables, primero se manifestará el interés de
proveer una nueva anatomía corporal dirigida hacia la docilización del cuerpo, privándolo de declaraciones para
ampliar la utilidad y reducir la desobediencia. Segundo los dispositivos de la confesión buscarán animar a los
sujetos a hablar de sí mismos, en tanto las declaraciones se convierten en botines de la intimidad, respaldando
técnicas correctivas bajo la forma de prácticas terapéuticas, objetivizando las experiencias y discursos en sanos
o desviados. El botín contemporáneo es el saber sobre el deseo mismo, se obvia la pregunta por la búsqueda
subjetiva ¿Qué desea el sujeto? Y se da por hecho que desea algo, algo que debe ser enseñado. Hay un salto
de la encuesta de satisfacción a la propuesta del servicio. ¿Cómo hacer desear? Es el aceite del engranaje del
capital (del consumismo) y para esto la cultura, baluarte de identificaciones, sabe del reconocimiento como el
primer lugar de certeza necesario para palear la angustia de no tener certeza de sí (el conocimiento paranoico).
Para cumplir tal objetivo, el cuerpo, primero a la vista, será sometido a la construcción social que se tenga sobre
el debe ser, para Bourdieu se plantea un orden de jerarquizaciones estéticas de dominador-dominado basados
en el sentirse a gusto.
Las propiedades corporales, en tanto productos sociales son aprehendidas a través de categorías de percepción
y sistemas sociales de clasificación que no son independientes de la distribución de las propiedades entre las
clases sociales: las taxonomías al uso tienden a oponer jerarquizándolas, propiedades más frecuentes entre los
que dominan (es decir las más raras) y las más frecuentes entre los dominados” (Bourdieu, 1986: 87). (Barrera
Sánchez, 2007, p. 9)
La cultura popular se constituye a partir de esta clase de subordinación, el cuerpo humano es aprehendido bajo
un conjunto de disposiciones que determinaran la forma de actuar, sentir y pensar, el
habitus
en Bourdieu es un
“esquema de percepciones y categorizaciones con que asimos la realidad, fruto del despliegue de estructuras
objetivas sobre la subjetividad” Sánchez (2007) (Subrayado mío). En Marx esta lógica del discurso se representara
en la distinción burguesía y proletariado. Para que exista un lugar baldío de territorialización se debe sustraer el
principio que afirma la identidad del sujeto, una vez éste ha sido liberado de la alienación de la imagen, el hacer
simbólico, el trabajo, la búsqueda mediatizada por el reconocimiento pasa a ser soportada por el objeto de reco-
nocimiento, el símbolo, un objeto que se inviste y retorna la identificación narcisista primaria por su inmediatez
y beneplácito. El trabajo es trasformado en una actividad forzada y no voluntaria en una actividad funcional para
obtener objetos de investimento así: “el trabajador solo siente en sí (como en su propio hogar), fuera del traba-
jo, y en el trabajo fuera de sí” (Marx, 1976: 108-109) B. Sánchez, 2007. Bajo esta lógica, la identificación estética
hace de paliativo a una ya creada identificación funcional, convirtiéndose en el soporte del mercado actual. Sin
embargo para que este mecanismo de sujeción se perpetué debe desvanecerse en lo intimo, en la ausencia de
un tercero que señale el espejismo identificatorio, aconteciendo la desensibilización, formula que opera por re-
petición (con ayuda de las mass media) hasta insertan al sujeto en una nueva lógica de relación con la realidad.
Concebimos tres formas de sujeción, primero, el uso de dispositivos disciplinares para hacerse con los discursos
de los sujetos y con estos obtener categorías para su educación, moldeamiento y reproducción. Segundo, a través
del consenso del deber ser, encubierto en las categorías estéticas de la percepción, quid del consumo, se levanta
el símbolo como cura del malestar y tercero, la inversión del hacer simbólico en una hacer para el objeto insignia