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que además de que transitoriamente no podían vivir en su ámbito familiar, padecían de intenso sufrimiento psí-
quico.
Este traspaso constituyó un acontecimiento que marcó un punto de viraje en términos de modalidades de inter-
vención respecto a los problemas de salud mental infantil en la Ciudad de Buenos Aires. Junto con la suscripción
de un nuevo convenio con una clínica de internación psiquiátrica privada, por primera vez la Dirección de Salud
Mental de esta Ciudad tercerizaba su responsabilidad - hasta ese momento a cargo de instituciones estatales-,
abriendo de este modo, las puertas a dispositivos de mercantilización en el ámbito sanitario y social.
Esta medida se tomó en ausencia de un plan de salud mental que incluyera la comprensión, el diseño e im-
plementación de abordajes de la complejidad de estas nuevas problemáticas infantiles que desbordaban las
clasificaciones psiquiátricas clásicas.
Naturalizaba que niños y niñas menores de 18 años con sufrimiento psíquico, privados temporariamente de cui-
dados parentales, vivieran permanentemente en instituciones que se iban configurando así en “instituciones to-
tales” (Goffman, 1998). Es decir, lugares de residencia donde un gran número de niños y niñas desarrollan todos
los aspectos de su vida en el mismo espacio y bajo la misma autoridad, con un limitado contacto con el exterior.
Lugares en donde reciben “tratamiento” y son medicados, y en muchas ocasiones ni siquiera asisten a la escuela,
ni se les permite salidas o visitas, perdiendo así - cada vez más- su autonomía personal. Lugares que no cuen-
tan en su propuesta institucionalcon dispositivos fortalecimiento familiar que favorezcan su externación, lo que
implica la vulneración de las leyes de protección integral juridisccionales y nacionales (leyes N°114 y N°26061)
que entienden que el alojamiento debe ser un recurso subsidiario, excepcional y transitorio, y que recurrir a una
forma convivencial alternativa al grupo familiar del niño debe constituir siempre una medida excepcional, y en
ningún caso puede consistir en privación de la libertad.
De este modo, el pasaje de estas instituciones del ámbito de Desarrollo Social al ámbito de Salud contribuyó a
acentuar una transformación en la modalidad de cuidados establecida en los hogares de niños, niñas y adoles-
centes en los últimos años que iba estigmatizando y medicalizando el sufrimiento de mismos. La misma consis-
tió en dividir a los hogares en convivenciales, terapéuticos y de atención especializada sostenida en función de
la definición de la población a la que se dirigían. A medida que los mismos “se especializaban”, se complejizaban
los equipos técnicos dentro de la institución incluyendo obligatoriamente a un psiquiatra, al mismo tiempo que
aumentaban la cápita por niño.
Las instituciones transferidas al área de salud, denominadas hogares de
atención especializadas
, lejos de de-
sarrollar modalidades de intervención que promovieran la atención personalizada, el respeto de los aspectos
socioculturales, la inclusión en espacios educativos, de salud, recreación y capacitación inherentes al proceso de
constitución subjetiva de cada niño, niña y adolescente, se iban convirtiendo en instituciones de internación psi-
quiátrica, concentrando características semejantes a aquellas. Estaban destinados a niños, niñas y adolescentes
que presentaran cuadros psicopatológicos, definición que fundamentó el traslado al ámbito de salud mental
.
La
fragilidad psíquica producto de traumatismos sociales severos terminó así explicada y diagnosticada en términos
psicopatológicos.
A partir de esta nueva categorización, se fomentaban los diagnósticos y etiquetas psiquiátricas y se iniciaba un
circuito de deriva institucional de los niños,niñas y adolescentes con intenso sufrimiento psicosocial a hogares
cada vez más especializados. Incrementando el estigma del diagnóstico, si un niño o niña era transitoriamente in-
ternado en el Hospital NeuropsiquiátricoTobar García no podía volver a ser alojados en un hogar convivencial y
solo podían acceder a
hogares especializados
de la Dirección de Salud Mental (eufemismo con los que se llamaba
a las instituciones psiquiátricas infantojuveniles).
Profundizando esta tendencia, en el año 2012 se desarticulaba el PAC (Programa de Atención Comunitaria a
niños, niñas y adolescentes), un programa que desde el año 2006 brindaba cuidados integrales territorializados
y cuya propuesta constituyó un aporte a la construcción de procesos des/institucionalizadores basados en el de-
recho a la atención integral de los niños, niñas y adolescentes con problemáticas graves en el campo de la salud
mental.
Acorde a los estándares internacionales vigentes en materia de salud mental y derechos humanos esta práctica
en salud mental comunitaria, colectiva y territorial propuso una mirada interdisciplinaria e intersectorial que