18 Ensayos Justicia Transicional, Estado de Derecho y Democracia - page 169

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de enfermería de Bruselas, Edith Cavell. Según los escritos de Telford Taylor, estas
atrocidades reflejaban la torpeza, arrogancia y absoluta brutalidad del gobierno alemán
1
.
Frente a tan repudiable conducta, el sentir popular, especialmente en Francia, exigió
castigo para los autores, incluido el mismo Káiser, quien se refugió en Holanda. En respuesta,
durante la Conferencia de Paz de París en 1919, las potencias victoriosas crearon la Comisión
sobre la Responsabilidad de los Autores de la Guerra y para la Imposición de Sanciones.
Dicha comisión emitió un informe acusando a Alemania y a sus aliados de violar las leyes de
guerra, y recomendó la formación de un tribunal internacional integrado por veintidós
miembros, para procesar a los responsables de estas atrocidades, incluido el Káiser. A los
tribunales nacionales se les reconoció jurisdicción para procesar delitos de menor gravedad.
La comisión determinó que la iniciación de guerra ofensiva no era un crimen bajo el derecho
internacional, pero recomendó que dicho acto debía ser objeto de una condena moral y
tipificarse en el futuro como un crimen internacional.
A pesar de la renuencia del Presidente Woodrow Wilson a imponer una suerte de
“justicia del vencedor”, la delegación estadounidense enviada a la Conferencia de Paz de París
llegó a una solución de compromiso con el resto de las delegaciones. Esto quedó reflejado en
los artículos 227 al 230 del Tratado de Versalles, que establecían que el Káiser debía ser
juzgado ante un tribunal internacional, integrado por jueces de Estados Unidos, Francia, Gran
Bretaña, Italia y Japón, por delitos contra la moral y la intangibilidad de los tratados. Otras
personas acusadas de violar las leyes y costumbres de la guerra fueron juzgadas ante cortes
militares de los países victoriosos. El Tratado de Versalles también exigió a Alemania la
extradición de los presuntos criminales. En los tratados de paz firmados con Austria, Hungría
y Bulgaria se incluyeron cláusulas similares.
No obstante, estas disposiciones no significaron mucho: Holanda se negó a entregar al
Káiser al percibir de que los Aliados estaban divididos respecto de la aplicación de esa parte
del tratado y que existían garantías informales de que los Aliados no recurrirían a medidas de
coerción. Cuando los países agraviados solicitaron a Alemania que entregase a los criminales,
ésta intentó ganar tiempo haciéndose eco de la resistencia popular. Temiendo que esta
oposición pusiera en peligro el tratado, particularmente las disposiciones relativas a
reparaciones, los Aliados aceptaron la propuesta germana de procesar a los acusados ante la
Corte Suprema Alemana en Leipzig. El juicio se inició con la condena de tres soldados
alemanes acusados de golpear a unos prisioneros británicos; los condenados recibieron
sentencias de seis a diez meses de prisión. Un comandante de submarino acusado de hundir
un buque-hospital británico fue absuelto, estimándose que sólo había cumplido órdenes. El
teniente Helmut Patzig, acusado de hundir otro buque-hospital británico, no fue hallado para
enfrentar el juicio. En cambio, se acusó a dos subordinados de homicidio simple y fueron
sentenciados a cuatro años de prisión, pero escaparon, aparentemente con la ayuda de sus
carceleros. Puesto que el sentir popular alemán influyó indebidamente en el resultado de estos
juicios, los franceses y belgas esgrimieron el Tratado de Versalles para declarar inválidos los
juicios de Leipzig.
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Telford Taylor,
The Anatomy of the Nuremberg Trials: A Personal Memoir
(Nueva York: Knopf, 1992), 12.
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