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Este año el Gobierno comenzó a

implementar uno de los puntales de la

llamada “obra gruesa” de su periodo. El

inicio de la gratuidad, esa promesa que se

convirtió en una de las principales armas

de la campaña presidencial de Michelle

Bachelet, sin duda ha beneficiado a estu-

diantes que de otra forma tendrían que

depender de créditos o becas para cur-

sar sus estudios superiores, aunque esto

no ha logrado acallar las críticas a este

proyecto nacional, sobre todo referidas

a errores en los anuncios y a la falta de

claridad respecto a cómo esta medida se

mantendrá en el futuro.

La última surgió durante los últimos

días de junio, plazo autoimpuesto por el

Gobierno para presentar el proyecto de

ley de Educación Superior, que contem-

plaría, entre otros cambios estructurales,

mecanismos para financiar una gratui-

dad que debiera llegar a ser universal. Las

esperanzas desde el mundo público eran

enormes; después de todo, la promesa de

reivindicación del sistema de educación

provista por el Estado llamaba a creer

que el proyecto traería felices noticias

para las estatales.

Amarga fue la sorpresa de los rectores del

Consorcio de Universidades del Estado

(Cuech) tras una reunión con representan-

tes del Ministerio de Educación en la que

conocieron detalles del que sería el borra-

dor final del proyecto, que hasta el cierre de

esta edición aún no es enviado al Congreso.

“No se ha acogido ninguna de nuestras

propuestas, se reafirma un modelo de

mercado financiado por el Estado. Esto

no se relaciona con si hay más o menos

recursos, sino cómo se distribuyen. Este

proyecto está hecho para mantener los

privilegios de las universidades privadas

fuera del Cruch”, señaló tajante el Rector

de la Universidad de Chile y presidente

del Cuech, Ennio Vivaldi, al momento

de conocer el documento.

Esto, porque el proyecto, hasta la fecha,

no contempla mecanismos de fortaleci-

miento de los planteles estatales, lo que

hace impensable que, en el mediano o

largo plazo, puedan convertirse en el pi-

lar de un sistema de universidades públi-

cas, como espera el Consorcio.

El 30 de junio, apenas un día después

de conocer los detalles del proyecto,

los rectores del Cuech publicaron una

declaración manifestando su molestia y

señalando que “durante meses diversos

protagonistas hemos entregado sólidos

argumentos criticando el actual modelo

universitario y ofreciendo coherente-

mente conceptualizaciones alternativas.

Con profunda preocupación constata-

mos que ninguna de esas propuestas ha

sido acogida en la presunta versión final

del proyecto que hoy hemos conocido”.

Al mismo tiempo, el texto señala que

“este proyecto busca consolidar la mer-

cantilización del sistema de Educación

Superior. De aprobarse, se reafirmaría un

modelo, existente sólo en Chile, basado

en el financiamiento con fondos estatales

del mercado universitario privado”.

La molestia es evidente y, según los rec-

tores de las estatales, justificada. Después

de todo, la expectativa estaba en que este

proyecto de ley comenzara, de a poco, a

desterrar los cimientos de un modelo im-

puesto por la dictadura y que promueve

el financiamiento privado en educación.

Comienza la privatización

Hasta el 11 de septiembre de 1973 el

panorama de la Educación Terciaria en

Chile era mucho menos intrincado que

el actual y contemplaba ocho universida-

des tradicionales (de ellas, dos estatales,

la U. de Chile y la Técnica del Estado,

que más tarde se convertiría en la Usach)

que, naturalmente, pertenecían al Con-

sejo de Rectores y recibían aportes esta-

tales para su funcionamiento.

Durante sus primeros años de instalación,

los militares se concentraron en interve-

nir los puestos más importantes de los

planteles, que desde ese momento serían

ocupados por representantes de las Fuer-

zas Armadas. Sin embargo, para 1981 se

había hecho claro que tener control sobre

el sistema educacional requería de mucho

más que eso. Así fue como se proclamó el

Decreto con Fuerza de Ley N°1, de 1981,

que estableció la posibilidad de crear uni-

versidades privadas, que, sin embargo, de-

bían ser corporaciones sin fines de lucro.

En un escenario de crisis económica na-

cional, sólo tres planteles fueron creados

al alero de este anuncio (U. Gabriela Mis-

tral, U. Central y U. Diego Portales), pero

con el fin de la dictadura y la mejora en las

condiciones económicas, vendría también

la explosión en la creación de estos plan-

teles; entre 1989 y 1991 se fundaron la

mayor parte de las universidades privadas

que perduran hasta hoy.

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Nº1 2016 / P.P.