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un ministerio para la ciencia,

entonces no es necesario presu-

puesto para ese ítem en otras áreas

del gobierno. Mi impresión es que

una entidad como el Conicyt chileno,

que es el equivalente al CNPQ (sigla

para el Consejo Nacional de Desarrollo

Científico y Tecnológico) de Brasil, no es

suficiente para la gestión de la ciencia, pero

tampoco creo que un ministerio sea la respues-

ta. A mí me gustaría una subsecretaría de Ciencia

y Tecnología ligada al gabinete del Presidente de la

República. Una entidad que organice las actividades

de ciencia y tecnología a lo largo de todos los ministe-

rios con poder real para aquello. En concreto, el Ministe-

rio de Ciencia y Tecnología en Brasil no ha tenido un real

éxito en promover más y mejor conocimiento.

Frente a este escenario de incertidumbre sobre la produc-

ción de conocimiento en el continente ¿qué debería hacer

una universidad pública para garantizar su importancia en

la sociedad?

En primer lugar, las universidades públicas deberían crecer en

matrícula y garantizar el acceso a ellas con mayor equidad. Luego

deben producir investigaciones considerando las necesidades loca-

les y regionales. Estas investigaciones deben atender las necesidades

del país. Otro gran reto para las universidades públicas es su rela-

ción con la sociedad. Hay que establecer lazos con la sociedad, con

las empresas y con el sistema productivo del Estado para que los

países sean más competitivos y justos. Éstos son desafíos para todas

las universidades públicas del continente.

¿Cómo observa a la Universidad de Chile en ese contexto?

Nosotros, en Brasil, siempre la hemos considerado como una

de las mejores universidades de América Latina, como una de

las representantes más importantes de las universidades públicas

del continente. De hecho, nosotros necesitamos mirar más a las

universidades públicas de Sudamérica. En Brasil, las instituciones

de investigación se preocupan mucho de Estados Unidos, Euro-

pa y Asia, olvidándonos de nuestros vecinos, que comparten con

nosotros un gran capital cultural y social. Pero debemos conside-

rar que con nuestros pares sudamericanos vamos a compartir el

destino por los próximos siglos. Nuestro futuro está unido. Y es

un error olvidarlo. Por lo mismo, a la Universidad de São Paulo

le interesa tener una relación mucho más intensa con la Univer-

sidad de Chile, pues esta universidad es una de las grandes repre-

sentantes de las universidades públicas del continente.

No es un bien de consumo. El Estado tiene una responsabilidad

enorme en regular la Educación Superior.

¿Es posible controlar desde el Estado sin que se vea afectada la

autonomía universitaria?

La autonomía es la base de la universidad, pero muchas veces

es más nominal que real. Por ejemplo, la universidad que no tiene

autonomía económica, no tiene autonomía plena.

¿Cómo fortalecer entonces a las universidades públicas si mu-

chas de ellas tienen problemas financieros?

Es una pregunta difícil. Tenemos varios temas sobre los cuales

las universidades públicas necesitamos trabajar en conjunto. Prime-

ro, la universidad se fortalece cuando se sujeta a un sistema de eva-

luación independiente y se comprueba que su trabajo es de calidad.

Esto no significa crear rankings, que no siempre consideran todos

los aspectos de la calidad educacional. Debemos crear sistemas res-

petables de acreditación. Otra forma es cooperando entre sí en las

áreas de investigación y desarrollo para nuestros países. Tenemos

que producir conocimiento en conjunto. Las universidades públi-

cas deben apoyarse mutuamente y promover la ampliación de la

oferta de su matrícula. Para eso, las universidades públicas deben

tener equipos de investigación consolidados. Por ejemplo, nosotros

tenemos seis mil profesores en la Universidad de São Paulo y de

ellos el 90 por ciento son investigadores activos y trabajan en régi-

men de dedicación exclusiva, full time. No tienen otro trabajo más

que la universidad. Una universidad pública debe sostenerse en la

investigación permanente.

¿Ayuda un Ministerio de Ciencia y Tecnología a promover esa

cooperación entre instituciones públicas nacionales e interna-

cionales y producir mayor conocimiento?

En el caso de Brasil, la creación del Ministerio de Ciencia y

Tecnología fue interpretada como una victoria por los científi-

cos, pero estoy seguro que hoy muchos de ellos están arrepen-

tidos. Yo nunca di mi apoyo a esa idea, porque una vez que se

crea un ministerio, todo depende de ese ministerio y pasa a ser

parte de la dinámica política.

En Brasil es el ministerio con uno de los presupuestos más

bajos, y cuando se hace necesario hacer recortes, es el primer

presupuesto que se ajusta. Por otro lado, la ciencia puede ser

realizada por muchos otros ministerios, como el de Agricultura

o Salud, por ejemplo. Pero cuando se crea un Ministerio de

Ciencia y Tecnología comienzan a aparecer las dificultades en

otros sitios donde el gobierno podría financiar investigaciones.

Esto ocurre porque la respuesta más común es que ya existe

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P.P. / Nº1 2016