Derechos humanos y relaciones internacionales - page 145

Por esta razón, lit implementación- de la política de defensa de los
Derechos Humanos, cuenta -al menos teóticametlte- con esta res–
tricción adicional a las ya referidas.'
La forma en que -oficialmente se ha enfrentado el problema es
profundamente diferente a las del pasado. Los Estados Unidos apa–
recen utilizando su enorme peso político y su cooperación económica:
y
militar no como una fuerza coercitiva sino, como una ventaja formi–
dable que está en manos de cada país tomar o dejar. Es a ese "costo"
que se refiere el Presidente Carter en su último discürso a la OEA
cuando advierte acerca de que no es impune la violación de las
nor~
mas internacionales.
Quienes quieren de la amistad
y
la éooperación de los EE. UU., de–
ben respetar los Derechos Humanos. De otra' forma no la tendrán.
Sin duda que esta política sofisticada
y
moral carece de . la inme–
diata efectividad que en el pasado demostraron los desembarcos de
marines en las costas latinoamericanas, o los golpes de Estado dirigi–
dos desde las Embajadas norteamericanas. Y de ahí que quienes violan
. los Derechos Humanos tengan hoy posibilidades m.ayores de resistir
la presión norteamericana para mantener sus políticas opresivas. Tam–
bién, por eso, es fácil pronosticar un cierto desencanto con esta polí–
tica de parte de todos quienes piensan que el cuadro de poder es si.
milar hoy al de los tiempos del "americano feo".
Desde un punto de vista lógico, parece irreprochable sostener que
condicionar la cooperación activa
y
la amistad política al respecto de
ciertos valores morales no constituye una intervención en los asuntos
de los otros. Al menos, ciertamente no en los términos en que ella
se conoció en el pasado.
En ese sentido, las reglas del juego hoy son talvez más sanas que
en
el
pasado, ya que la amistad con una potencia mundial deja de ser
un hecho automático 'e impuesto y pasa a ·ser una responsabilidad po–
lítica libre. Y, también, porque los términos. de la controversia dejan
de ser los intereses económicos,· políticos o estratégicos de cada cual
y
versan sobre el respeto a principios morales que ambas partes se han
comprometido solemnemente. a respetar.
Lo que sí debe recalcarse es que esta nueva política carece de los
medios de presión que fueron tradicionales en las relaciones de Es.
tados Unidos con los países latinoamericanos. Y es bueno que así
sea. La mo·raJidad de. los medios empleados en la defensa de los De_
rechos Humanos, resulta un aspecto tan vital como
10·
sustantivo de
la .tarea misma.
,Por
10
demás, no
s610
por razones éticas, sino también de eficien–
cia, hay ciertas formas de presión que es bueno verlas desaparecer pa–
ra siempre del escenario de las relaciones hemisféricas. En el campo de
los derechos humanos todo' dogmatismo, toda acción rígida que no
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