Oriente medio : una eterna encrucijada - page 201

Oriente medio: una eterna encrucijada
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el bloque árabe anti Israel se había quebrado. Siria vio con temor que esta
«tendencia» prosiguiera con El Líbano y Jordania, situación que la llevaría
a un aislamiento en la región. El partido Baath sirio estaba dispuesto a una
paz con Israel, pero que solo contemplara el repliegue total de Israel a las
fronteras de 1967, no exigíendo reconciliación ni normalización genuinas
de las relaciones. Hafez al-Assad intentó con Argelia, Libia y Yemen formar
un bloque, pero no fue suficiente para superar su sensación de soledad en la
región y ante la competencia de liderato que ejercía Saddam Hussein en
Irak, Damasco buscó la alianza con Irán, rompiendo con esta decisión la
unidad árabe. La amistad de Siria con Irán, generó un enérgico rechazo de
los emiratos del Golfo a esta alianza, porque el régimen de Damasco se
colocaba al lado del enemigo de Irak, país que se encontraba en guerra
contra los ejércitos islamistas de Teherán. Siria quedó aún más aislada y los
emiratos del Golfo suspendieron sus aportes financieros a Damasco.
Ante la precaria situación que vivía Siria, producto de su aislamiento
político, a mediados de la década de los ochenta, al-Assad resolvió enfren-
tar a Israel bajo una política de «paridad estratégica». Para ello necesita-
ba el apoyo de la Unión Soviética quien le debería prover de material
bélico, equipos militares y sistemas de defensa, pero ya Moscú con
Gorbachov había entrado en la recta final del fin de la Guerra Fría y no
estaba dispuesta a armar a estados que podrían provocar problemas a su
línea política de apertura y acercamiento a Occidente. Siria estaba muy
lejos de llegar a una «paridad estratégica» con Israel y tuvo que ingeniárse-
las para complicar a los israelíes en El Líbano. Su apoyo a la facción shií de
Hezbollah, tenía una doble intención, asegurar su presencia e intereses en El
Líbano y, al mismo tiempo, respetar –tenuemente- su alianza con Irán. La
opción de al-Assad de reivindicarse frente al resto de los estados de la región
y del propio Estados Unidos, se produjo cuando Saddam Hussein invadió
Kuwait, en agosto de 1990. Siria se ofreció –voluntariamente– a incorporar-
se a la coalición militar que dirigió Washington en enero de 1991,
aportartando contingente árabe a la campaña de Estados Unidos contra
Irak, con ello pretendía romper parte de su aislamiento político en la región.
De esta manera, Siria quedaba en condiciones de ser considerada para cual-
quier negociación de paz que se iniciara en el Oriente Medio.
Cuando se llevaron a cabo las reuniones de paz bajo el paraguas de la
Conferencia de Madrid, al-Assad deseaba un arreglo con Israel, pero como
dos socios en igualdad de condiciones. Esperaba del acuerdo con Israel
tres importantes logros políticos: consolidar su posición de privilegio en El
Líbano; la recuperación completa de las Alturas del Golán; y, consolidar
una estrecha y estable relación con Washington.
El gobierno de Netanyahu también buscó –primeramente– alcanzar un
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