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viduo aislado se coloca al comienzo, como si todos esos actos proyectivos
no aparecieran en el vacío si no estuviera preformada en forma originaria
la relación personal. Las dificultades fundamentales siempre se originaron
porque se creyó que debía existir primero un “yo”, cuya comprensión en
forma “analógica” permitiría la comprensión de otros.
Han llamado la atención expresamente sobre este prejuicio fundamental y
erróneo en primer lugar M. Scheler
30
y, tras él, K. Löwith, cuyo libro “El
individuo en el papel de prójimo” consideramos el mejor que existe sobre el
problema de la bipersonalidad. Con rotunda claridad se pone de manifiesto
el malentendido central, en el cual la primacía cartesiana del “yo soy” y “yo
pienso” interpreta anticipadamente el yo como autoconciencia abstracta, a
la cual se contrapone formalmente entonces la conciencia de objetos. Así,
el “mundo” se convierte automáticamente en la suma de los objetos como
contraposición formal al sujeto, con lo cual el yo queda asegurado como
autónomo y autosuficiente. Para Löwith, en cambio, “mundo” (
Welt
) no
es simplemente “mundo circundante” (suma de objetos) (
Umwelt
) sino
principalmente “mundo compartido” (
Mitwelt
). Éste tiene preeminencia
existencial sobre el
Umwelt
porque la vida primariamente se desenvuelve en
él, la persona no hace sus perdurables experiencias vitales en una relación
unilateral con las cosas sino en un intercambio con el
Mitwelt
y este
encuentro proporciona las experiencias fundamentales
31
. El hombre existe
literalmente, en el modo de ser “persona”, desde el fundamento mismo
determinado por otros: como yo de un tú, como persona de un prójimo,
como consecuencia necesaria de una “vinculación esencial y originaria de
todas las personas vivientes a su fundamento metafísico” (como alguna vez
se expresó von Weizsäcker). Con todo el apoyo en el método ontológico-
30 Scheler, M.
Wesen und Formen der Sympathie
. Cohen, Bonn, 1923.
31 Necesariamente el análisis de Löwith se orienta en este contexto contra el concepto del “se”
(
man
) de Heidegger. El convivir se determina en Heidegger por el se abierto, dentro del
cual se descarga el sí mismo (
Selbst
). La posibilidad positiva y central del convivir es igno-
rada en esta ilícita nivelación de la convivencia. Al ignorarse el Yo y el Tú, la persona ya no
es más persona sino simplemente individuo. La primera persona se salva de su pérdida en
el “se” no a través de una segunda persona equivalente, sino se aleja de lo público general a
través del aislamiento radical, así contrapone yo al se.
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