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Viktor von Weizsäcker no escribió demasiadas páginas que explícitamente
aludan a la ética. Toda su obra, sin embargo, está impregnada de una ética
cristiana, que se manifiesta, por ejemplo, en su equiparación de verdad
con salud o en las discusiones sobre salud social, medicina social y tareas
“políticas” del médico
(30)
. Sin duda, la exaltación de la autonomía, prin-
cipal argumento de la bioética estadounidense, podría encontrarse antici-
pada por la noción de reciprocidad y solidaridad, como asimismo en las
reiteradas alusiones a la noción de responsabilidad personal en el enfermar
y el sanar. La conexa demanda de consentimiento informado, que si bien
no fue inventado en Nürenberg extrajo de aquel código una nueva pers-
pectiva, es aún más ampliamente formulada en los trabajos de la Escuela
de Heidelberg, al resaltar la necesidad de compartir diálogo y ser ambos,
sanador y enfermo, protagonistas de una misma historia
(31)
.
En este contexto son relevantes los escritos de Paul Christian sobre la bi-
personalidad. Implícita en su reflexión está la noción de una unidad bi-
personal, desde la cual adquieren significado e importancia las decisiones
que cada miembro adopta. Y serán éstas más libres cuanto más se sientan
delegando su libertad parcial en aras de un trabajo en común. Esta forma
de autonomía no es la sencilla autonomía del cliente, que basa en el pago
la posibilidad de exigir, sino una autonomía constituida desde el diálogo
bipersonal
(32)
.
No podía escapar a tan sutiles observadores como von Weizsäcker y Chris-
tian la influencia de los factores sociales en los procesos de enfermar y sa-
nar. De hecho, la tensión éticamente fértil entre el individuo y la totalidad
es aludida frecuentemente en la obra de Viktor von Weizsäcker. Especial-
mente relevantes son los contextos en que esta tensión se manifiesta, pues
no es lo mismo el estado de guerra que el de la paz ni es igual un sistema de
cuidado de la salud basado preponderantemente en las leyes del mercado
que estructurado solidariamente. La circunstancia, lo que está en derredor
de los hechos, cualifica a éstos y a las personas de modo fundamental. Era
éste el
dictum
de la casuística y fue también la famosa proclama orteguia-
na “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
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