

maximizar su rentabilidad. Para revertir esta irracionalidad,
la inversión de los fondos de pensiones no debería descon-
tar de la rentabilidad de las empresas la pérdida producto
del alza de sus tributos.
Una nueva institucionalidad
Para implementar esta diversificación de criterios de inver-
sión se requiere de una nueva institucionalidad.
Sin descartar organizaciones de menor tamaño y eventual-
mente privadas que, como sucede en otros países, participa-
ran en la licitación de fondos de inversión, la base de este
diseño incluiría una nueva agencia nacional, multidiscipli-
naria y con alta capacidad técnica, encargada de desarrollar y
monitorear un plan de inversión coherente con los objetivos
democráticamente definidos. Esta institución podría tener
una independencia similar a la del Banco Central, teniendo
que rendir cuentas al Parlamento cada año respecto al cum-
plimiento de estos objetivos. A su vez, debería considerar un
consejo ciudadano que hiciera recomendaciones y monito-
reara su quehacer.
La nueva institucionalidad tendría una serie de externalida-
des positivas para el desarrollo de nuestra política económica.
Por un lado, permitiría cierto control social sobre una parte
sustantiva de la inversión. Por otro, tendría un fuerte efecto
cultural y organizacional en el mundo empresarial y en la
relación de poder entre los empresarios y los trabajadores,
incentivando a las empresas a generar estrategias de inver-
sión, innovación y de desarrollo organizacional que fueran
compatibles con los objetivos sociales del país.
Pensiones, reparto y transición
Un nuevo sistema de reparto puro, entendido como un es-
quema donde lo cotizado por la generación activa financia
–sin generar ahorro- la jubilación de la generación pasiva,
implicaría perder la oportunidad de mejorar el promedio y
distribución de los salarios y de democratizar las decisiones
de inversión. Esto, porque sin ahorro previsional no existi-
ría una inversión de esta magnitud que pudiera expresar los
intereses de la mayoría y que, como tal, contrarrestara los
intereses de la minoría, que naturalmente refleja la inver-
sión capitalista.
Un sistema de previsión debe ser fuertemente solidario para
que los ingresos de los jubilados no sean un simple reflejo
de las desigualdades del mundo laboral, incluyendo un im-
portante componente de reparto: la única forma de mejorar
las bajas pensiones actuales. Pero tal solidaridad inter e intra
generacional no nos obliga a un esquema donde cada peso
que entra desde la población activa se gaste en la población
ya jubilada.
Gradualidad
Es evidente que hoy no tenemos ni la capacidad técnica ni
institucional para lograr implementar un nuevo esquema de
inversión como el descrito. Se requiere gradualidad. Así, es
importante que además de ir avanzando hacia un sistema
mixto (con ahorro colectivo y reparto), se vaya progresiva-
mente invirtiendo una mayor parte de los fondos bajo este
nuevo esquema. El aumento de las cotizaciones actualmente
debatido puede ser una interesante oportunidad para aquello.
Conversar estos nuevos criterios de inversión puede ser com-
plejo y muy riesgoso. A su vez, hay una importante dificultad
técnico-política en integrar todos estos nuevos criterios a la
hora de comparar distintos perfiles de inversión. Pero no dis-
cutirlo no significa ser neutros. Por el contrario, significa que
con nuestros ahorros estamos votando para que en nuestra
economía el poder de los trabajadores, el cuidado del medio
ambiente y los derechos de las mujeres estén supeditados a la
rentabilidad del capital, por nombrar algunos aspectos que
nos parece relevante resguardar.
La reforma de pensiones de los ‘80 fue pensada, principal-
mente, como una forma de dinamizar y fortalecer el de-
sarrollo capitalista chileno. Un capitalismo especialmente
concentrado, con fuertes asimetrías de poder y muy des-
igual. Y fue exitosa en aquello. Debemos superar esta trau-
mática experiencia y articular un sistema de pensiones que
sin descuidar su objetivo principal, asegurar pensiones ade-
cuadas para todas y todos nuestros adultos mayores, logre
contribuir a la construcción de una sociedad con más igual-
dad y más democracia.
“Cualquier sistema de pensiones
va a estar condicionado por la estructura
salarial del país. Sin embargo, es un error
pensar que el promedio y la desigualdad
salarial son independientes de la forma en
que se inviertan las pensiones”.
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Nº2 2016 / P.P.