En contraste con' esta itisión más o menos moralista, la cultura po–
lítka de la Periferia vibraba más con otra versión de las relaciones
con los Estados Unidos.
.
Dentro
de
su tradici6f,1 cultural y diplomática, la aparente pérdida
de control de la soberania en sus aspectos económicos no determina
la
rapacidad de hacer política y vivir la política' a su propia manera. "
Mientr,as exista independencia en los aspectos
110
comerciales de la
vida nacional, la patria es soberána
y
casi siempre existe una salida
decorosa pata aceptár cierta dependencia económka y reafirmar en tér–
minos parecidos a los de Perón: La Amistad de América Latina no' tie–
ne precio.
En esta perspectiva más' existencialista, el tipo de juego político
que
se
generó dentro de las rdaciones internacionales fue el siguiente,
mientras los interlocutores buscaban distintos intereses, la Organiza–
ción de Estados Americanos esperaba en forma paciente
y
a veces ale–
targada encontrar ,algunos puntos en común.
Sin embargo, para los latinoamericanos en general
el
problema del an-
ticomunismo no era un punto tan clave como es salir del subdesarrollo.
..
No obstante, EE. UU. implementó esa política, cuya expresión máxima
fue la Alianza para
el
Progreso
y
la intervención en República Domi.
nicana. El esfuerzo del idealismo del Presidente Kennedy se encontró
con límitaciones estructurales dentro de EE. UU. y dentro de las SOl
ciedades latinoamericanas, que tenían otros problemas más urgentes
que resolver.
El Imperialismo Imperial de Estados Unidos encontró otra excusa
para disminuir
la
ayuda: la falta de cooperación del Congreso y de los
dirigentes de la región.
En América Latina, la derecha tradicional veía una enOfllle 'amenaza
en esta política reformista, pero los acontecimientos de la intervención
en Santo Domingo le recuperaron su confianza en que BE. UU. podría
modificar sus intentos reformistas. La izquierda, una vez más, encontró
argumentos para criticar a los Estados Unidos, mientras que los "grupos
de centro" se decepcionaron porque los nobles ideales de Kennedy se
desvanecieron
y
quedaron en
el
papel como un intento frustrado de
promover las reformas sociales en la región. Algo parecido puede su–
ceder con las políticas de derechos humanos, que también preocupan
a gobiernos de derecha e izquierda, en especial a Cuba y que, pOr ahora,
tampoco satisface plenamente las demandas de "sectores de centro" en
EE. UU. y América Latina.
Después de los recientes cambios de Nicaragua e Irán
y
las
indecisiones de Carter, se comienza a dudar de la solidez en los plan–
teamientos sobre los derechos humanos. La prensa mundial
y
los países
democráticos de la región han reaccionado en forma desfavomble frente
'a la aparente indecisión de Carter. De hecho, los
pa.íse~
andinos han
tomado el lider.azgo en el :caso de Nicaragua.