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Cuestión de autonomía

En el marco del intenso debate sobre el proyecto de

ley de Reforma a la Educación Superior, ya en discusión

en el Congreso, se produjeron varios hechos que

contribuyeron a avivar la controversia y las suspicacias

en torno a la naturaleza de dicha reforma en dos frentes;

tanto en relación al fortalecimiento de un sistema de

universidades estatales como a la necesaria autonomía e

independencia de dichas casas de estudios frente al poder

político o gobiernos de turno, cuestión que desde los

tiempos de Federici no había sido un tema relevante.

Uno de ellos, acaso el principal por el impacto

mediático y el rechazo transversal que provocó, fue la

intempestiva petición de renuncia a la ex Rectora de

la Universidad de Aysén, Roxana Pey, a casi un año

de haber sido nombrada para estructurar y poner en

marcha el proyecto de una de las dos universidades

regionales del Estado que la Presidenta de la República

había comprometido.

“No es posible que el gobierno de turno le solicite

la renuncia ni al rector ni a ningún académico de

una universidad pública”, señaló el Cuech en una

declaración emitida el 28 de julio y dada a conocer por el

Rector Ennio Vivaldi, quien además reiteró su apoyo a

Pey y el respeto a la autonomía universitaria. Todo esto,

mientras rectores del Cruch, el Senado Universitario y

personalidades del mundo de la cultura y la educación

condenaban este acto que, como lo explicitaran en una

carta abierta cerca de dos mil académicos, “desnuda

claramente el sesgo ideológico del Ministerio, orientado

a favorecer a las grandes corporaciones educacionales y

sus políticas neoliberales de privatización, toda vez que

la rectora Pey –en conjunto con los rectores el Cuech–

ha sido coherente en exigir una universidad estatal

y pública para Chile que no obedezca a las lógicas

corporativas–financieras”.

De cualquier forma, pese a la falta de prolijidad del

hecho, sustentado en argumentos poco convincentes,

y al desdén hacia la opinión del mundo académico, el

Gobierno, a través del Ministerio de Educación, no

dio pie atrás en su decisión, mientras se ponía el foco

en otra controversial propuesta de dicha cartera.

Paralelamente al proceso de renuncia de la ex Rectora

Pey se conocía la propuesta gubernamental contenida

en la ley de Reforma a la Educación Superior, que

sugiere un directorio con cuatro representantes

del Estado, sumados a los cuatro de la comunidad

universitaria más el rector, asumiendo que esta

adición no afecta la autonomía ni independencia

porque los primeros serían representantes del

“Estado”, no del gobierno. Un argumento que nos

remite al lamentable cuoteo de TVN, donde la

diversidad o pluralismo de su directorio –nombrado

por el Presidente de la República y ratificado por

el Senado– se aloja en los partidos políticos ahí

representados, y cuya defensa de una “televisión

pública” ha tenido como correlato alianzas entre los

miembros de las coaliciones políticas para defender

no una mirada de país, sino aquella más bien acotada

que tiene que ver con los intereses partidarios y

el juego de oposición-gobierno que en general

hegemoniza las reuniones de los directorios.

Estos antecedentes, más la poca empatía exhibida por

el Gobierno ante propuestas concretas de autoridades

de la U. de Chile y del propio Cuech, que permitan

fortalecer –y no perjudicar- a las universidades del

Estado, por ejemplo a través del aumento de su

matrícula, hacen pensar que hoy está en riesgo no

sólo la autonomía de las universidades del Estado,

sino su futuro, en tanto las señales hasta hoy han sido

erráticas o simplemente confusas.

POR FARIDE ZERAN

Vicerrectora de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile

Opinión

P.3

Nº2 2016 / P.P.