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Introducción
Aislada como ningún otro territorio del mundo, esta pequeña y multifacética isla chilena
concentra un compendio de la historia del hombre en el Universo.
A pesar de los abundantes vestigios de su prehistoria y de su diversificada cultura milenaria
permanece, en gran medida, como un enigma insoluble para la investigación humana.
De su cultura pasada han permanecido hasta nuestros tiempos, fuertes expresiones de
arte, religión, magia, arquitectura, literatura, escultura, pintura, lenguaje, política, ritos,
leyendas, relatos, música, organización, ingeniería, estructuras sociales, costumbres,
agricultura, pesca, navegación, astronomía, deportes, sueños, guerras, canibalismo, etc. Los
restos de tan valiosa cultura han naufragado en las playas de nuestro actual conocimiento.
Por años, y sin gran éxito, se ha buscado cómo abordar el desarrollo de dicha isla. Es como
mágica, como tabú. Sabemosqueal tocarla siempre sedestruyealgode sus reliquias. Sabemos
que al no tocarla se pierde el aprovechamiento de dichas reliquias para el conocimiento de
los hombres y se esquiva la responsabilidad de promover el desarrollo de una nueva etapa
de su cultura, como había venido sucediendo desde hace dos milenios.
En la actualidad [1982] nos encontramos con una realidad de contrastes brutales. A pesar
de la notoria preocupación que Chile ha otorgado al desarrollo de la Isla de Pascua, de
las relativamente importantes inversiones que allí se han hecho, de los equipamientos
múltiples que allí se han instalado y de los reales esfuerzos de gestión que allí se han
realizado en los últimos 25 años [1957-1982], no podemos menos que estar decepcionados e
insatisfechos de los resultados de conjunto, de la decadencia cultural que esta isla presenta
como asentamiento humano, y de la poca claridad de su destino y desarrollo.
Las políticas demográficas, agrícolas, ganaderas, urbanas, de parcelación y de uso del suelo,
han sido, amenudo, contradictorias y, en general, bastante tímidas y discontinuas. Las obras
públicas han sido lentas y poco adaptadas al medio. La política de asentamiento humano ha
sido insegura y de corto plazo. La definición urbana-arquitectónica no ha sido lograda en
ningún aspecto. La organización social es indefinida. La educación es experimental y no se
orienta claramente a los objetivos auténticos del desarrollo isleño. La riqueza arqueológica
no se resguarda debidamente y está en franco deterioro. Las políticas de comunicación,
turismo, transporte, pesca, etc., son discontinuas, no implementadas adecuadamente, y sin
perspectivas reales a largo, ni mediano plazo.
En todos estos aspectos los diversos gobiernos y sus representantes a todo nivel han hecho
grandes esfuerzos con los más sanos y nobles propósitos, independientemente de la validez
y certeza de los resultados.
Pero, hoy, la población no se ve orientada, el turismo es un mito, la agricultura es
imperceptible, la pesca es un potencial, la arqueología está ofendida y depredada, la erosión
prospera, la emigración sigue disminuyendo el recurso humano original, la inversión de
recursos no tiene factor multiplicador, muchos funcionarios del continente siguen gozando
de una vida suave y natural sin involucrarse demasiado en un ambiente que les es ajeno.
El problema radica, aparentemente, en que por su variada riqueza cultural, el desarrollo de
la Isla de Pascua no debe abordarse sectorialmente, ni menos ser solamente administrado
con eficiencia por una autoridad unipersonal.