Vicerrectoría.
El corolario de estas entrañas es que las mujeres académicas
con conciencia de género podemos producir una nueva
manera de hacer comunidad, de tejer horizontalmente, de
delegar el poder, de producir modos discipulares que se
acercan más al ideal del afiddamento (un concepto de las
feministas italianas que se relaciona con el deber de cada
mujer de ensanchar los umbrales de las que vienen
abriéndoles las puertas) y sobre todo a la confianza y al afecto
como valor fundamental para construir equipos (¡ y esas son
cosas, desgraciadamente, que no se miden en los rankings y
no se consideran en los curriculum normalizados¡). Carolina,
Paula, Manuela y María Elena fueron las que me impulsaron a
enviar el expediente para el Premio y las que se jugaron,
incluso con mandas de por medio, por mi presentación (para
que vean que se puede ser mariana y feminista al mismo
tiempo). Por eso es de ellas también el mérito de haberlo
ganado.
Mi gratitud es asimismo con quienes he compartido estos
últimos años en los extramuros de la Facultad, en lo que llamo
un viaje a las otras entrañas, a esas que nos conectan con la
Casa Central, con la historia orgánica de nuestra Universidad.
Alejandra Araya y Richard Solís han sido compañeros
invaluables, cómplices en la búsqueda de crear nuevos
sentidos en las viejas urdimbres del patrimonio y de practicar
realmente la interdisciplina indisciplinando los usos
tradicionales y los sitios estancos de los saberes. Allí también
hemos producido un núcleo donde prima el cariño y la energía
creativa. Y lo mismo puedo decir del equipo de la Vicerrectoría
que me ha acompañado en todas las aventuras de abrir la
extensión al mundo indígena, a los derechos humanos, a la
tercera edad, al ámbito del libro y la lectura, a las 170 escuelas
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