y a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en
nuestra institución. Agradezco a Alejandra Cornejo, Patricia
Retamal, Alejandra Alvear, Begoña Alberdi, Beatriz Santelices,
Valentina Arévalo, Claudio Millacura, Carmen Andrade, Rosita
Pacheco, Martita Parejo y de nuevo a María Elena.
En esa estancia más allá de las fronteras de la Facultad, mi
gratitud al Rector por haber producido las condiciones para
que lo que él llama “chasconeo” pudiera emerger, es decir la
aceptación de nuevas sensibilidades y descalces ceremoniales,
así como aceptar que las ciudadanías culturales tuvieran un
lugar en la Universidad de Chile, estimulando asimismo el
trabajo con nuestra memoria y las deudas con ella que
comenzamos a saldar con los números especiales de Anales y
Huellas de un Acecho. Agradezco Rector su amistad y el
respaldo que me ha dado, que representa y simboliza
confianza en una antropóloga como Vicerrectora, pero más
que nada supone respeto e inclusión para las mujeres
académicas y su capacidad de gestión y pensamiento; ¡un
gesto institucional que espero no tenga vuelta atrás! También
a mis compañeros -Patricio Aceituno, Sergio Lavandero,
Francisco Martínez y Rosa Devés- del equipo directivo por su
apoyo de siempre (y por las discusiones sobre las maneras de
resolver el que en la Universidad de Chile no existan más
barrios bajos y altos, para que superemos las desigualdades en
nuestro interior, ¡he aprendido mucho con vuestras
conversaciones¡)
Ha sido el pertenecer a esta universidad laica, republicana y
pluralista lo que también ha hecho posible lograr el Premio
Nacional, impensable hubiera sido en otra universidad siquiera
pronunciar el concepto de género con su aura desafiante y
conflictiva, o cruzar la literatura con la antropología, o
proponer como categoría de análisis social la culinaria en tanto
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