Con claridad se aprecian dos clases a nivel mundial: los esclavos
productores y los esclavos consumidores que, paulatinamente, tenderán a ser los
mismos, cada vez más numerosos
y
cada vez más estúpidos,
y
la élite que será
cada vez más reducida y más "cercana" al nivel de Dios, pero no por eso menos
estúpida.
Al medio deberá haber siempre una sub-clase de esbirros, guardianes,
estafetas, capataces, tesoreros, juglares, bufones, inventores y escribanos para
mantener la tranquilidad y prosperidad del sistema. ¡Es posible también que
siempre existan algunos parcial o totalmente marginados!
Las futuras grandes guerras -tal como ya
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han dicho algunas más
recientes- serán entre los poderes nacionales y los poderes supranacionales.
Cada vez esto se apreciará más claramente. Los primeros serán vencidos
fácilmente. Después vendrán las guerras entre los poderes supranacionales sin
disimulo alguno. Los países no tendrán significado en la estructura del mundo
y
desaparecerán. El mundo entero tenderá a formar una sola estructura como ha
sido el intento de todos los imperios que ha habido en la tierra.
Es muy importante que los hombres voluntariamente se autoeliminen. En
su falso esquema está siempre el poder, la riqueza y la gloria Si desapareciera la
humanidad no habría nadie para respetar y temer al poder, nadie para apreciar
y
gozar la riqueza, nadie para alabar y recordar la gloria
Sin embargo, la naturaleza puede perfectamente determinar la eliminación
del hombre para recuperar el equilibrio que éste ha desatado en su sabia
estructura Los hombres son una "epidemia" en la estructura, son una "peste" de
las peores que ha sufrido jamás la Tierra, y su antídoto es la pérdida de los
elementos que le son vitales para su subsistencia: agua, aire, proteínas, etc. Es
habitual ver que los parásitos de una planta, un árbol o un animal destruyan al
mesonero que les permite existir y proliferar, muriendo todos ellos después.
Mientras duren, siempre permanecerán las comunidades y las estructuras
regionales en la amplia gama
y
jerarquía que la naturaleza establece para todo su
mundo, tanto vivo como inanimado, independientemente de los falsos esquemas
que los hombres pretendan imponerse para su propio y permanente sufrimiento,
poder o gloria.
Esas comunidades y sus estructuras regionales serán más o menos
pobladas, rurales o urbanas, densas o despobladas, pero siempre quedarán regidas
por la "sabiduria intrínseca natural", más allá de la comprensión humana, y sólo
desaparecerán cuando los factores que las determinen dejen de existir.
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