El ser más torpe es capaz de realizar el milagro de la creación de otro ser,
y el ser más sabio no podrá hacerlo mejor. El hombre más sabio podrá
reconocer, como máximo, el "cómo" de algunas leyes del universo dentro de
determinadas condiciones de relatividad, y podrá repetir algunos de esos
fenómenos, pero nunca sabrá el "por qué", El hombre más sabio no sabrá nunca
ni siquiera el "por qué" de lo que pasa en su propio ser, ni podrá ordenar la más
mínima directriz a sus propias células en su cuerpo, sólo, tal vez, producirles una
variante en los estímulos con los cuales ellas reaccionan.
De allí que el hombre no pasa de ser sólo un ser "observador", con una
cierta capacidad muy limitada de "memoria" y, por supuesto, de una ilimitada
"soberbia" que lo induce a autodenominarse "inteligente", "sapiens", "racional",
y "hecho a la imagen de Dios". Ese Dios que para muchos es la fuente de esa
"sabiduría intnnseca natural" del Universo, y que para otros es sólo la
"Naturaleza" cuya sabiduría, que está en todas partes, es tan grande, que nadie
podría negar que es por lo menos "algo" superior e inmensamente perfecto.
En la inmensidad del Universo, el hombre, desesperado en su prepotente
incapacidad, ha tratado de autoconvencerse de su superioridad
Este autoconvencimiento de la especie humana se ha llevado a cabo a lo
largo de toda su existencia, basado fundamentalmente en que el único ser
tangible que puede llegar a creer que el hombre es un ser superior es
el
propio
hombre.
Para ello es necesario que existan muchos hombres ignorantes que
aplaudan, vitoreen y adoren a otros hombres ignorantes. Los primeros se
conformarán al pensar que algunos de sus congéneres son realmente fabulosos y
sabios, y los segundos creerán que con tanto aplauso y vitoreo a lo mejor son
realmente fabulosos y sabios.
Los realmente menos ignorantes saben de esta comedia ridícula, pero no
dirán nada para no defraudar a la especie, y si algo dicen no serán comprendidos
y, a lo más se les tildará de humildes, exagerados, o derrotistas.
Para lograr el autoconvencimiento humano se ha usado desde siempre, un
truco elemental en base a coordenadas aplic,\das a todos los hechos y fenómenos
del Universo. El hombre traza líneas, generalmente rectas, sobre las cuales apoya
escasos conocimientos observados, construyendo sobre ellas, sus teonas y sus
leyes falsas o parcialmente falsas en todo ámbito de cosas, tanto fisicas, morales,
sociales, administrativas, económicas, culturales, etc.
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