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Sujeto-objeto. Esta dupla alude a la relación que tenemos con el mundo – con

cosas, personas, fenómenos, situaciones, sucesos, eventos, y demás; en otras

palabras, ella es la dupla que expresa la relación entre el ser humano y

lo Otro

.

Y esto Otro puede referirse tanto a otra persona, al libro que estoy leyendo, a la

nube que contemplo, al número que estoy calculando, al significado de un sátiro

en algún texto literario, a una ley científica que intento entender, a un lejano

recuerdo, a una emoción que me embarga, a la preocupación que tengo, como

a Dios, con quien creo estar en comunicación. De manera diferenciada todo ello

se me presenta como posibles objetos de distinta índole. Y el asunto es recono-

cer que cada uno de ellos vale como un posible objeto legítimo con el que me

relaciono.

La teoría sujeto-objeto tiene que ser pensada a partir de lo que caracteriza a

la modernidad, en cuanto ella supone el establecimiento de una primacía del

sujeto, que tiene lugar especialmente en el

cogito ergo sum

cartesiano. Y este

primado efectivamente vale a partir de Descartes, aunque para él la verdad de

Dios haya seguido siendo la primera de todas, lo cual ha llevado a algunos a reco-

nocer que ese primado se afinca más bien en el gesto de la duda, en el atreverse

a dudar de todo, y en la propia duda encontrar la afirmación. Lo cierto es que

el primado del sujeto en cualquier caso se mantiene – y no habría justificación

en separar un supuesto primado del

cogito

de un primado de la duda. Que la

supuesta verdad de Dios sea la primera y última, esto se aplica a la

ontoteología

en su conjunto y criticar o limitar el estatuto ontológico del

cogito

en función de

esto, no le hace justicia a Descartes.

Por otra parte, cómo no reconocer que con la duda se pone en juego una ex-

periencia radical de la filosofía, como que ésta no se puede entender si no es

desde el remover y cuestionar todo lo que creemos y aun de lo que estamos

convencidos. Y, aplicando el

criterio de la claridad y distinción

, que supone un

máximo rigor y exigencia del pensamiento, estar recién así preparados para el

descubrimiento de una primera verdad, al modo de una certeza incuestionable,

la cual estaría cartesianamente dada por el hecho de que al menos

soy algo que

duda, algo que piensa

.

Lo que queda de manifiesto en esto es parejamente lo que se ha llamado ‘au-

to-posición’. Esta es una expresión acertada dado que lo que caracteriza ante

todo a la modernidad es la posición del sujeto como fundamento, como una

primera verdad, a la cual toda otra supuesta verdad queda remitida. Y si bien la

palabra ‘sujeto’, propiamente tal, no juega todavía un papel significativo en Des-

cartes, como si lo hará posteriormente en Kant, está claro que el

cogito

supone

la mencionada auto-posición del sujeto humano. La expresión ‘auto-posición del

sujeto’ es además acertada en atención a su origen etimológico, ya que provi-