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de desarrollar la tecnología, la economía, la educa-

ción, la cultura. Para eso tenemos que conversar con

los diversos ministerios sectoriales y con las comi-

siones parlamentarias correspondientes. Es con ellos

que se deben proyectar las tareas de la universidad

pública. Si nosotros no somos capaces de abordar es-

tos tema con una lógica de responsabilidad y misión

compartidas, y somos vistos con desconfianza, como

un ente que está compitiendo con otras personas u

otra institucionalidad por la conducción del país, el

verdadero sentido de la universidad estatal se habrá

perdido, porque fue precisamente eso lo que definió

a la Universidad de Chile en su historia y por lo

tanto al conjunto del sistema estatal que la sigue.

Las universidades públicas, repitámoslo, son garan-

tes de la democracia, de la coexistencia plural de

diversas ideologías, religiones y pensamientos polí-

ticos. Y es por ello que hoy nosotros tenemos que

enfatizar con más convicción que nunca que efecti-

vamente sí existe algo que se llama interés común,

que no es verdad que una sociedad se base solamen-

te en demandas de grupos particulares tratando de

obtener para sí, o para un conjunto restringido, o

para una ideología restringida, o para una religión

restringida, determinadas connotaciones. Que exis-

te un bien común y que es eso, de hecho, lo que

determina a una universidad cuyo norte sean las ne-

cesidades de su pueblo. Ese interés común es a lo

que nos debemos.

Termino llamando la atención sobre nuestra obli-

gación de no fallar en este proceso. Una forma de

fallar es que una parte ignore al conjunto y se au-

todeclare, en la práctica, un grupo en función de su

propio interés, sin considerar que todo el sistema es

esencial para la vitalidad de cada una de las partes.

Es por eso que es tan tremendamente importante

este momento, porque aquí todos nos reconocemos

como Universidad de Chile: académicos, estudian-

tes, funcionarios. Aquí entendemos que si no nos

respetamos, si no nos entendemos y no tenemos la

capacidad de dialogar, conversar, si nos atacamos

unos a otros, es imposible que sobreviva la universi-

dad como sistema. Esa conciencia debemos hacerla

nuestra hoy, porque la responsabilidad que tenemos

es muy grande y porque la oportunidad ha sido muy

largamente anhelada. Por ello este proceso debe ter-

minar con una síntesis de las opiniones del conjunto

de la comunidad universitaria, dispuestas de manera

estructurada en ideas y propuestas.

Quizás éstas cristalicen en una idea más o menos

coincidente de lo que se piensa en nuestra Universi-

dad, pero sin lugar a dudas en este proceso estamos

cumpliendo con lo más importante que nos corres-

ponde como defensores de la democracia en Chile

y como herederos de una historia. Esto es, permi-

tir que cada uno de ustedes, cada integrante de la

comunidad, académico, funcionario o estudiante y,

por extensión, cada chileno, se comprometa con un

propósito común y que sintamos que este país nos

pertenece a todos, lo hacemos todos y estamos emo-

cional e intelectualmente comprometidos con él e

involucrados con él, todos y cada uno de nosotros.

Muchas gracias.

“La educación pública es, por esencia, la instancia en la cual todos los

sectores políticos e ideológicos han de sentirse llamados a participar

generosamente y contribuir a un proyecto común”.

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P.P. / Nº2 2016 / Dossier