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de la violencia que se centran principalmente en los comportamientos
individuales y las historias personales, como el abuso del alcohol o una
historia de exposición a la violencia, pasan por alto la incidencia general
de la desigualdad de género y la subordinación femenina sistémica. Por
consiguiente, los esfuerzos por descubrir los factores que están asociados
con la violencia contra la mujer debería ubicarse en este contexto social
más amplio de las relaciones de poder”
82
.
En cuanto a la cultura y la violencia contra las mujeres:
“78.
Si bien algunas de las normas y prácticas culturales empoderan a las
mujeres y promueven sus derechos humanos, también es frecuente
que las costumbres, las tradiciones y los valores religiosos se utilicen
para justificar la violencia contra la mujer. Desde hace mucho tiempo
se menciona a algunas normas culturales como factores causales de la
violencia contra la mujer, en particular las creencias vinculadas con las
“prácticas tradicionales nocivas” (como la ablación o mutilación genital
femenina, el matrimonio de niños y la preferencia por los hijos varones),
los crímenes cometidos en nombre del “honor”, las penas discriminatorias
impuestas en virtud de leyes de inspiración religiosa, y las limitaciones
a los derechos de la mujer en el matrimonio. Sin embargo, no se han
examinado adecuadamente las bases culturales de otras formas de
violencia contra la mujer, al menos en parte debido a la estrechez de
algunas concepciones de lo que constituye “cultura”.
79.
La cultura está formada por los valores, las prácticas y las relaciones
de poder que están entrelazados en la vida cotidiana de las personas
y sus comunidades. El comportamiento social pasa por el tamiz de la
cultura en todas las sociedades, y la cultura afecta a la mayoría de las
manifestaciones de violencia en todas partes. Pero la particular relación
entre la cultura y la violencia contra la mujer sólo puede verse con claridad
en los contextos históricos y geográficos concretos. Como la cultura está
constantemente moldeada y remoldeada por los procesos de cambios
materiales e ideológicos en los niveles local y mundial, la capacidad de
cambio es esencial para la continuación de las ideologías e identidades
culturales. La cultura no puede reducirse a un conjunto estático y cerrado
de creencias y prácticas.
80.
La cultura no es homogénea. Incorpora valores concurrentes y
contradictorios. Los valores y normas particulares adquieren autoridad
cuando los acontecimientos políticos, económicos y sociales llevan a sus
82 Ibídem, párrafos 69-73.