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Azun Candina
Isabel Jara Hinojosa
Retórica manifiesta.
Al nivel de la declaración pública, se expresó abierta y repetidamente que, dado que
“la unidad nacional” era el objetivo más preciado del nuevo gobierno, se rechazaba “toda
concepción que suponga y fomente un antagonismo irreductible entre las clases sociales”
(Declaración de Principios, 1974: 18). Esta última concepción pertenecía a los marxistas,
en primer lugar, pero también a aquellos que, considerándose demócratas, “impulsaron la
demagogia y la lucha de clases, abriendo las puertas a la tragedia de 1970” (El Presidente Au-
gusto Pinochet…, 1975: 32). Para desconocer las clases sociales desde una perspectiva histó-
rica, se invocó que Chile tenía “una larga tradición de organización social, que se remonta
a su origen hispánico” y que era imperioso “restituir a los Municipios el papel trascendental
e insustituible que les corresponde como vehículo de organización social” (Declaración de
Principios, 1974: 29). Para desterrarlas del debate cultural, se argumentaba que se debía
velar porque “la cultura jamás sirva de pretexto para atentar contra la tradición, unidad e
identidad patrias” (Objetivo Nacional del Gobierno de Chile, 1975: 47). Para suplantar el
modelo social clasista se propuso “una sociedad tecnificada, en que la palabra de los que
saben prevalezca por sobre las consignas, y de una sociedad de verdadera participación, en
que la voz del pueblo organizado emerja sin desfiguraciones partidistas y sin mezquindades
que la empobrezcan. Nuestra democracia será entonces orgánica, social y de participación”
(Declaración de Principios, 1974: 32).
Por su parte, la argumentación desarrollada a nivel doctrinario no generó un acuerdo
total sobre un ‘qué hacer’ con las clases sociales: si desconocerlas, validar su existencia o
reclamar la identificación con alguna. Es verdad que la heterogeneidad ideológica del régi-
men, la indefinición programática de los primeros años y los compromisos con los diversos
grupos sociales de apoyo
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no facilitaron las definiciones. Más bien fomentó la polémica o
la imprecisión.
Por ejemplo, el nacionalista Arturo Fontaine Aldunate representó a los que repudiaban la
existencia de clases, más por estorbo a la unidad nacional que por razones socioeconómicas:
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Tales como industriales, pequeños y medianos agricultores, comerciantes, colegios profesionales y algunos sectores
trabajadores (Manzano, 2005: 107).