Derechos humanos y relaciones internacionales - page 81

En conclusión, me remito brevemente a cada una de estás estrate–
gias. Primero, la reducción de la carrera armamentista nuclear,
y
del
equipo bélico en general. De llevarse a cabo, ofrecería enormes opor.
tunidades para mejorar la condición económica de muchas naciones.
Se observó recientemente que la mera' reducóón de un 5% en la
carrera armamentista dejada disponibles dieciocho billones de dólares
que podrían emplearse en un programa de vacunación masiva que
proteg-ería a los niños de enfermedades contagiosas, o proporcionar
las condiciones habitacionalcs mínimas a los pobres de las grandes
ciudades en los países de agudo subdesarrollo, o proveer una red de
'a bastecimiento de agua potable para más de un billón de gente que
hoy no cuenta con estos medios. Pero los efectos que tendrían los
gastos militares en los derechos civiles y políticos podrían ser igual–
mente radicales. Creo que se podría probar empíricamente que la pro.
liferación de armamentos y tecnología militar -en los países en desarro–
llo de todo
el
mundo tiene retación directa con el aumento de inci.
dencias de tortura, arrestos arbitrarios y otras violaciones de los pro–
cesos normales de la ley. Y este hecho parece que se corrobora no
sólo cuando nos referimos a regímenes totalitarios de la izquierda,
tomo en Etiopía, sino también mando se trata de regímenes militares
de derecha, como sucede en el Brasil. Aun más, la proliferación de la
tecnología militar está creando una cultura del militarismo y una clase
militar de tecnócratas muy competente, cuyo poder, en virtud de esa
tecnologí';l avanzada, no se supeditará fácilmente al control civil, ni
promoverá la restauración de las .libertades civiles. Finalmente, existe
la carrera armamentista nuclear, aguijoneada por una competencia cie.
ga entre las superpotencias. Y así llegamos al último problema, nada
menos que la supervivencia del género humano,
el
mayor de los de–
rechos, sin excluir
el
miedo aterrador que supone un holocausto nu–
clear. Un orden mundial de justicia y paz, condiciones indispensables
para que existan la libertad y
el
bienestar, no puede establecerse en
circunstancias donde existen tales temores.
De igual importancia es avanzar ha.cia la creación de un nuevo
orden económico que involucre una mayor redistribuciól1 de los re–
cursos entre las naciones. Los problemas en este aspecto son enorme·
mente difíciles, pero me parece que las oportunidades superan las di–
ficultades, en especial para las naciones occidentales más avanzad'as,
las cuales pueden contribuir a que emerja este nuevo orden económico
y es de esperar que, como resultado, éstas afecten las condiciones de
libertad en que se encuentran los países en desarrollo. Varias medidas
son imprescindibles: extender mejores condiciones mercantiles a esos
países, darles acceso a los mercados y tecnología occidentales,extender.
les crédito y refinanciar deudas antiguas,. apropiar mayores sumas de
dinero ydestinarras a ayudar los' esfuerzos de desarrollo..
En
compen–
saci6n, las naciones occidentales libres deberán insistir,piímero
y
sobre
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