MANFRED MOLS
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viene renovando y propagando por años está en estrecha relación con el
incremento del prestigio resu,ltante de la relación dialéctica entre esta–
bilidad-interna y capacidad de diálogo externo.
En comparación con
ASÉAN,
América Latina no ha sabido promo–
ver su imagen internacional. Por supuesto que es más fácil actuar en el
.escenario internacional con 5 o 6 actores que con cerca de 30. Al mismo
tiempo, América Latina ha conocido otros obstáculos y ha provocado
irritaciones en su entorno sistémico. La situación hegemónica que se
origina en los Estados Unidos en el siglo
xx,
que condujo especialmente
en Centroamérica a la entrega de soberanía -generalmente en forma
latente, en ciertos períodos de modo manifiestO-, prácticamente nunca
permitió el desarrollo de una política de poder basada en el equilibrio
externo. Esto vale aún para las relaciones con la Unión Soviética, la que
-aparte de su rol en Cuba, que dio a Fidel Castro oportunidades para
desarrollar ocasionales políticas agresivas en la región- más bien vivió de
los "flirteos" ocasionales (con los militares argentinos, con Perú, con
México bajo Echeverría) y naturalmente de sus contactos con los parti–
dos comunistas. En general, la Unión Soviética sostuvo una imagen
internacional sin contar con los correspondientes recursos materiales.
Esta imagen perdió atractivo en el contexto de la tendencia democrati·
zadora continental de los BO, incluso entre los intelectuales. En relación
con Europa, esta región hace por lo menos dos décadas dejó -con
limitaciones-de rendjr tributo al mitode que debía evitar la participación
en los asuntos del hemisferio occidental por deferencia a la primacía de
los Estados Unidos. No obstante, Europa carece de interés en aparecer
-justamente en América Latina- como una potencia opuesta a los
Estados Unidos. Mientras Bruselas y Estrasburgo, así como influyentes
gobiernos de los países miembros de la Comunidad Europea, nunca
vacilaron en tomar nota del regionalismo latinoamericano y sus manifes–
taciones de integración, cooperación y concertación -yen muchos casos
en aprovecharlas como elementos de acercamiento-- Estados Unidos
-con excepción de las relaciones interamericanas- ha ignorado la unidad
latinoamericana, cuando no la ha obstaculizado a través de una rigurosa
política de
divide et impera.
Con todo, es necesario reconocer que los latinoamericanos -en
contraste con la
ASEAN-
no han sabido representar adecuadamente la
causa de sus esfuerzos de integración y cooperación ante la conciencia
internacional, en la medida que los perfiles de este regionalismo han sido
demasiado complejos, tanto interna como externamente. En este con–
texto, en realidad no existía una respuesta a la eterna pregunta europea
acerca de quién era competente para hablar por la región en determina-