N° 22, marzo de 2001
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Investigación científica, sociedad, bioética
E
l proceso de investigación científica no significa solamente innova-
ción y renovación de las disciplinas intelectuales. Es un indispensable
componente de la cultura y la vida social. Incluso aquellas comunidades
que directamente no participan del esfuerzo investigador sufren sus efec-
tos o consecuencias. Todas las profesiones modernas y la mayor parte de
las prácticas sociales están influidas por el proceso o el resultado de la
investigación.
Al constituirse en proceso social, los procedimientos y los productos de las
ciencias, especialmente las empíricas, afectan a personas. El debate sobre
su legitimidad moral debe ser examinado en forma permanente. La co-
munidad científica suele estar más interesada en sus objetivos técnicos, la
consecución de sus fines y la realización de lo factible que en la repercusión
social o las consecuencias de sus resultados. No extraña que la supervisión
de sus prácticas sea resistida o rechazada.
El aporte del discurso bioético en esta esfera es múltiple. No debe olvidar-
se que fueron aspectos de la investigación biomédica los que gatillaron la
necesidad de implantar regulaciones nacionales e internacionales. Para-
dójico es que precisamente en Alemania, país pionero en normas para la
investigación en sujetos humanos, se hayan producido luego los hechos
que desembocaron en el juicio a los médicos de 1947 y la dictación del
código de Nürenberg por parte del tribunal estadounidense.
Nadie ignora que la Declaración de Helsinki, promulgada por la Asocia-
ción Médica Mundial en 1964, ha constituido un documento de indu-
dable valor para regular en parte la conducta de los investigadores que
trabajan con personas. En el año 2000 se produjo la quinta revisión del
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