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La recopilación de escritos de Pe-
dro Laín sobre Santiago Ramón y
Cajal, que cuidadamente ha edita-
do José Luis Puerta, permite varias
reflexiones. La primera se refiere al
texto en cuanto tal. Su lectura per-
mite avizorar esa suerte de artesanía
del espíritu que aún en ingenios tan
notables como el de don Pedro no
impide las reiteraciones y las mule-
tillas. En escritos gestados a lo largo
de varias décadas hay argumentos
que se repiten, expresiones que
son las mismas aunque adquieren
connotaciones distintas según el
contexto, afirmaciones y citas que,
como las oraciones, dejan bien
afianzados algunos argumentos que
al fin se vuelven tópicos. Por ejem-
plo, que en el año 1984 Cajal fue
más citado en el
Science Citation
Index
que Einstein o Darwin.
En segundo término, el contenido
de estos escritos, la vida y la obra
de Cajal, permiten reflexionar so-
bre ese curioso destino suyo. Los
avatares de una biografía mezcla-
dos con fuertes estremecimien-
tos del alma colectiva española, la
difícil situación de la ciencia, la
pregunta de por qué, mientras en
el resto de Europa había un Har-
vey junto a un Shakespeare o un
Leibniz junto a un Goethe, en la
Península Ibérica faltaba la ciencia
en el sentido del conocimiento re-
glado y empírico. Nadie estaba en
la posición cimera de un Cervantes
o un Lope. Y nadie, desde la época
de cosmógrafos, navegantes y ex-
pertos en náutica, desarrollaba ese
afán teorético que es entraña de las
ciencias experimentales. Tal vez,
podría argumentarse, falta más es-
tudio historiográfico, quizá no sea
carencia de ingenios sino ingenios
no descubiertos.
Cajal mismo se preguntó eso varias
veces en su vida, especialmente en
esos escritos suyos autobiográficos
El “Caso Cajal” y el español como lengua
científica*
*
JANO
(Barcelona) noviembre 2008;
1717: 50-52.
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