160
El “caso Balmis” y la ética de la vacunación. Una nota histórica
para validar el procedimiento. Es
más. La transferencia de la inmu-
nidad, la vacunación, se hacía tras-
pasando el pus de las pústulas de
un sujeto inoculado a otro sano y,
de ese modo, el virus atenuado se
trasladaba de reservorio en reservo-
rio al no poderse conservar el “flui-
do” inmunizante. La expedición
de Balmis incluyó por eso a varios
niños huérfanos, tomados del ho-
gar de expósitos de dos o tres ciu-
dades españolas. Estos niños, bajo
el cuidado de un aya, servían pre-
cisamente para mantener el virus
en un nivel aceptable de actividad.
Sirvieron de reservorios humanos
en el largo viaje. Gracias a ellos, la
vacuna antivariólica llegó a las In-
dias Occidentales.
La novela que Enrique Alfonso ha
destinado a esta aventura, publica-
da en 1950 con el título de “...Y lle-
gó la vida”, no registra hechos ne-
gativos en relación con la campaña
de vacunación de Balmis. Esto es,
por supuesto, extraño, pero puede
ignorarse atendiendo a los escasos
conocimientos médicos del autor.
Lo que llama la atención es que
no le sorprendiera el uso de suje-
tos humanos en la forma en que
Balmis lo hizo. Es evidente que la
misma historia, contada en 1990,
hubiera precisado una justifica-
ción de esa práctica y, ciertamente,
hoy día nos preocuparíamos del
“consentimiento informado” y del
“asentimiento” de esos menores de
edad, cuyos derechos deberían ser
tanto o más protegidos por tratarse
de huérfanos.
Otras historias de
vacunas y vacunaciones
Por cierto, no puede dejar de re-
cordarse que el mismo Jenner,
cuando debió ensayar su entonces
novel procedimiento, hizo lo mis-
mo. Inoculó a niños de su entorno
inmediato y pudo así demostrar,
en una cruda proeza de peligroso
empirismo, que lo que se propo-
nía era razonablemente seguro y,
lo más importante, lograba el éxito
deseado.
Ya para la época de Louis Pasteur, el
siglo XIX, las cosas parecían haber
cambiado algo. Siempre conviene
recordar, en relación con la épica
relación de lo que fue el descubri-
miento de la vacunación antirrábi-
ca, que la historia, relatada después
de los hechos, viene coloreada por
los trazos de la saga heroica, y que