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en grandes compañías privadas que, además, suelen extenderse al control de
radios y estaciones de TV.”
Haciendo referencia a publicaciones del NewYork Times y otros estudios, ya en
marzo de 2002, señalaba: "Atrás, en 1996, las dos más grandes cadenas de radio
eran propietarias de 115 estaciones; hoy día, esas dos cadenas poseen más de
1.400".Y agrega: "un grupo de propietarios que se contaban con los dedos de la
mano solían generar sólo un quinto de los ingresos de la industria; ahora esos
cinco mayores rastrillan el 55% de todo el dinero que se gasta en radios locales".
No deja de ser interesante y preocupante que en seis años los dos más grandes
conglomerados radiales pasaran de tener la propiedad de 115 radios a 1.400. El
autor nos advierte que la situación en nuestro continente es peor:“Mi opinión es
que si esta tendencia es fuerte en Estados Unidos y Europa, en América Latina lo
es aún más. En todo lugar donde he discutido este asunto, periodistas, políticos,
intelectuales me han comentado que la libertad de prensa está siendo sofocada
por la concentración de la propiedad de los medios de comunicación”.Arriagada
señala“al considerar ocho de los más importantes países latinoamericanos, en seis
de ellos los cuatro diarios más importantes se llevan entre el 65 y el 90 por ciento
de las copias que se venden diariamente. Las dos excepciones son México y Brasil,
tal vez porque son dos grandes economías y por esa razón es más difícil obtener
el grado de concentración de poder que ya se ha alcanzado en otros países
(Argentina, 64%; Bolivia 70%; Brasil, 33%;
Chile, 75%;
Colombia, 65%; México,
45%; Uruguay, 94%;Venezuela, 70%). Ahora, dice Arriagada, si consideráramos no
los diarios, sino los propietarios, el nivel de concentración es mucho mayor.
Para poder dimensionar mejor el impacto negativo que produce la concentración
económica, Arriagada expresa: “Pero la pequeña dimensión de las economías y
sociedades de América Latina crea condiciones para reforzar esta concentración
de la propiedad a través del poder de los grandes avisadores.”
3. Los nuevos censores
En esta época se ataca, según Arriagada, “a la libertad de expresión por la
arbitrariedad de muchos empresarios que creen que al colocar sus avisos tienen
derecho a influir sobre la línea editorial del medio de comunicación con que
contratan; o, peor, que por la vía de la discriminación publicitaria pueden sacar
del mercado a quienes disienten de su ideología o de sus intereses, intentando
reducir el pluralismo del sistema de medios de comunicación”. El autor denuncia
que: “Algunos de estos grandes avisadores quieren asumir, aunque por otros
medios, algunas de las funciones que antes se habían arrogado las dictaduras
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