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una feria de Peñalo-

lén. Apenas podía ca-

minar esta yegua y a

Pedro le costó mucho

subir porque les tenía

miedo a los caballos.

Pensamos esta entrada

no solamente por la

dictadura y los cam-

pus tomados por los

militares; estaba Fede-

rici de Rector. La Fa-

cultad de Artes existía

a duras penas con toda

la censura que había”.

Así, montados desnu-

dos y abrazados, decidieron que en este

acto la Universidad se refundaría desde

un lugar que los interpelaba, un lugar

simbólico y material por donde entrara

la clase obrera homosexual.

La disrupción se producía entonces al

interior de los puntos neurálgicos de un

espacio de Educación Superior donde la

discriminación a la homosexualidad no

daba tregua en medio de la represión

política. Además, cuenta mientras en

el Parque Forestal el invierno convoca

nostalgias, “esta censura –también uni-

versitaria- había aumentado mucho más

cuando llega el Sida a Chile”.

Casas, atropellando análisis y praxis, re-

cuerda que “en ese instante decidimos

refundar la Universidad de Chile, inven-

tar otra forma de Universidad de Chile a

la manera de Pedro de Valdivia cuando

entra a Santiago. Entonces era como se-

xualizar también la figura de ‘Don’ Pedro

de Valdivia arriba de un caballo. Además,

desde otro lugar más lejano, que era tema

de risa y conversaciones, se construyó

una metáfora que aludía a Lady Godiva,

esta mujer a la que la obligan a pasear

desnuda por las calles del pueblo para

luego morir apedreada luego de que le

han inventado mentiras sobre su vida”.

Esa performance señera, antecedida y se-

guida por decenas de otras, densificaría

la alianza que él y Lemebel tenían con el

feminismo, la resistencia frente a la dicta-

dura y la deconstrucción del patriarcado

al transgredir la figura icónica de Pedro de

Valdivia representada en “esta estatua ho-

rrenda que está en la Plaza de Armas; una

estatua que no está en un pedestal, está so-

bre el piso, y por tanto es más amenazante

que si estuviera arriba. Y, curiosamente,

esta estatua se ubica en la misma esquina

donde durante la época colonial estuvo la

horca, donde se hacían los juicios públi-

cos, lo que no deja de ser interesante”.

Pedro de Valdivia todavía está entrando

a la ciudad, insiste al pensar en la colo-

nia. “Mirando esta estatua (en Plaza de

Armas), dijimos con Pedro: ‘hay que re-

fundar la Universidad de Chile, pero va-

mos a tomar ese modelo’. Esto rara vez lo

había dicho, es raro, pero ahora que re-

cuerdo, con Pedro solíamos pasar mucho

tiempo sentados en la Plaza de Armas y

no dejábamos de mirar y mirar”.

En mayo, de paso en Chile, “Pancho”

Casas volvió a sentarse en alguna banca

de este espacio que los alcaldes y alcal-

desas de turno suelen intervenir y que

se ha peruanizado, dominicanizado, co-

lombianizado para buena ventura de una

parte del país que puja por construirse en

y desde las diferencias. “Al volver expe-

rimenté un impacto visual, mi recorrido

por la Plaza de Armas fue ahora realmen-

te increíble”, dice, e imagina que “Chile

cree que eso no le está pasando”.

“Parecía” (así se llamaba)

era una

“yegua carretonera que la habíamos

rentado en una feria de Peñalolén.

Apenas podía caminar esta yegua y a

Pedro le costó mucho subir porque les

tenía miedo a los caballos. Pensamos

esta entrada no solamente por la

dictadura y los campus tomados por los

militares; estaba Federici de Rector. La

Facultad de Artes existía a duras penas

con toda la censura que había”.

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P.P. / Nº2 2016