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RICARDO RIESCO
compuestos, estructuras de referencia. Así, la intelección profunda de una
dinámica regional o continental, adquiere sentido sólo en el orden geopolítico
global.
Deben añadirse, a continuación, aquellas razones de valoración intrínsecas
del hemisferio austral. Es decir, aquellas que emanan de consideraciones históri–
cas, de peculiaridades geográficas y económicas propias y específicas de este
lado del planeta, y que contribuyen a generar una atracción especial hacia estos
espacios meridionales.
1.
FUNDAMENTOS EXTERNOS DE VALORACIÓN
Estos fundamentos se perfilan en virtud de la tenaz persistencia histórica de una
bipolaridad espacial de poder Este-Oeste aún no resuelta entre las dos potencias
hegemónicas en el período de postguerra en el hemisferio norte, pero que en la
actualidad muestra síntomas inequívocos de disolución. Por este motivo se está
configurando un segundo eje, que asume una nueva dirección, a lo largo del cual
se canalizan, conducen y se despliegan todas las iniciativas geoestratégicas
actualmente en aplicación, con miras a buscar una solución al conflicto. Reem–
plaza y se diferencia, de esta manera, de la tradicional disposición este-oeste que
regía anteriormente las relaciones territoriales mundiales.
Este nuevo alineamiento adquiere, en nuestros días, una disposición y
orientación predominante norte-sur. Es decir, la. saturación -más bien la rigidi–
zación extrema- de los frentes geopolíticos territoriales en el hemisferio boreal
en el período post 1945, ha valorado y puesto, forzadamente en el escenario
mundial, al hemisferio sur del planeta. Así, una ecuación geoespacial empanta–
nada y no resuelta en el hemisferio norte, y cuya continuidad en el tiempo
pareciera insostenible en virtud de su propia dinámica histórica, amenaza resol–
verse y definirse, en el hemisferio sur, en favor de alguno de los dos grandes
bloques hegemónicos que lideran en la actualidad.
En efecto, con el término de la Segunda Guerra Mundial, y muy especial–
mente luego de la década siguiente de los años sesenta, se había revitalizado, en el
hemisferio norte, un antiguo eje de tensiones en tomo
al
cual giró, gravitó y se
polarizó todo el accionar geopolítico del mundo industrial y técnicamente desa–
rrollado. Ese eje asumía una orientación y dirección geográfica este-oeste, pero
representaba una continuidad que se enraizaba con profundos antecedentes pre–
vios. En buena
medid~
representaba una expresión renovada de un antiguo
problema geohistórico recurrente, definitivamente no resuelto en ninguna de las
instancias anteriores. En efecto, debía entenderse como una remozada manifesta-