pueden verse revocadas, con lo que América Latina se hundiría de nuevo en el dirigismo, el
populismo y la desigualdad. Este desafío es apremiante tras la crisis del peso mexicano en
diciembre de 1994(40).
En el año 1992, las reformas estaban comenzando a dar fruto a medida que los países
experimentaron mayores tasas de crecimiento. Se había obtenido el equilibrio
macroeconómico, las exportaciones estaban aumentando y la productividad había crecido
en forma sustanciaL Al mismo tiempo, a partir de 1991 el capital extranjero de origen
privado fue entrando en la región a un ritmo que sorprendía incluso a los observadores más
optimistas.
No todo es color de rosa, porque de hecho hay una inadecuación de la infraestructura física
que se ha deteriorado gravemente y, en muchos países, el nivel de pobreza había
aumentado. La inflación seguía siendo elevada y resistiéndose, incluso en algunos de los
mejores casos, a descender a números de una sola cifra. Además, en varios países las
reformas económicas no se vieron acompañadas de la modernización de las instituciones
políticas y de una reingeniería del gobierno. El malestar político se manifestó en las calles
en Brasil, Guatemala, Haití, Perú y Venezuela. Chiapas, a principios de 1994, y la toma de
la Embajada de Japón en Lima a inicios de 1997, recordó de forma brutal a los analistas
que al proceso de modernización de América Latina le faltaba mucho para terminar.
Se necesita un "segundo impulso" modernizador, el mantenimiento de los equilibrios
macroeconómicos, la gestión eficaz de las entradas de capital, el alivio de la pobreza, la
reducción de las desigualdades, el aumento del ahorro, uso .del software power, un estado
de competición para lograr un equilibrio entre. un crecimiento .y un desarrollo
autosustentable(41).
Hay una certeza de que las reformas en Chile han provocado alarma en los grupos pro–
ambientalistas dentro y fuera del país; se critica que han perdido su impulso inicial y si no
se retoma la iniciativa, el país sería superado en su liderazgo reformista por sus vecinos del
Atlántico y del Pacífico.
Como señala Edwards, "En casi todos los demás países es demasiado temprano para saber
si los programas orientados hacia el mercado van a sostenerse y van a lograr producir el
despegue definitivo de América Latina. El paso de la fase de ejecución a la de
consolidación va a ser, desde luego. uno de los retos más difíciles a los que se va a
enfrentar la mayor parte de los países de la región durante los próximos años·..Este avance
hacia la consolidación precisará claramente ocuparse de cuestiones relacionadas con la
pobreza y la desigualdad. Si no se hace así, existe un peligro real de que las reformas se
queden estancadas, e incluso de que los votantes nostálgicos' se muestren de nuevo en favor
de viejos programas de estilo populista"(42).
.
El neo-populismo, el estatismo, el neo-auteritarismo, ahora se pueden camuflar en nuevas
expresiones que piden un estado interventor y que recaude más impuestos, ahora por
razones de proteccionismo ecológico u otras, y no solamente por las antiguas razones
distributivas.
Hay autores que son más optimistas, como el analista Alexander Barros, quien escribió "la
revolución capitalista se ha consolidado firmemente en América Latina. Las otras
alternativas no tienen legitimidad... Ahora la gente es feliz y ello llegó gracias a la
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