80
Ética e Innovación Tecnológica
En la figura 2 se detalla el ciclo clásico de
evolución de una nueva tecnología
(15)
.
Se aprecia que en las etapas tempanas
el rendimiento es bajo y de igual forma
el reporte de SEERs. Sin embargo, en
las etapas de mayor rendimiento y, por
tanto, mayor comercialización, también
debería aumentar el reporte de SEERs,
de manera que sus curvas “S” respecto
del tiempo podrían ser superpuestas.
Una vez generada, la innovación tiene
un impacto social indiscutible. Michael
Schrage, director del programa Iniciati-
vas de Mercados, del prestigiado MIT
en Boston, ha concluido que ésta debe
operar desde el consumidor, la empre-
sa y luego proyectarla hacia los niveles
ejecutivos del sistema público y privado,
que es precisamente la fórmula exitosa
con que se ha gestionado la innovación
en Estados Unidos
(16,17)
. De este
modo, es una función que los consumi-
dores deciden utilizar, independiente de
si lo hacen de forma lógica. Este autor
plantea que hay que poner los prototi-
pos en manos de las empresas y también
de los consumidores para que los expe-
rimenten y se familiaricen con ellos, y
que, como resultado de esa experimen-
tación, innoven junto con los expertos.
En suma, no son los especialistas los que
deben decidir qué debe llegar a la gen-
te, aunque ellos son claves en la cadena
creativa que lleva a la innovación. Debe
darse paso a la “democratización de la
innovación”.
Otro desafío ético es el de estimular el
conocimiento científico para llevar ade-
lante innovación tecnológica con va-
lor productivo que optimice el trabajo
empresarial. Apoyar políticas públicas
basadas solamente en recursos para la
ciencia básica, con un horizonte libre
y sin regulaciones, si bien estimula el
proceso creativo de una ciencia como
satisfacción intelectual que podría lle-
var a grandes descubrimientos, gene-
ra también conflictos. Para países con
economías restringidas, como es el caso
de Chile, otorgar de manera desmedi-
da recursos a investigaciones que están
lejos de entregar un aporte conceptual
para catalizar una vía de innovación y
su potencial transferencia en tecnolo-
gías, conlleva un serio problema ético.
Ello es más serio aún si no se dispone
de otros recursos del sistema público
para asegurar que el nuevo conocimien-
to llevará exitosamente a la generación
de valor económico y su impacto pro-
ductivo. La comunidad organizada y el
ciudadano común pueden preguntarse
qué utilidad tendría para el país invertir
altas sumas de dinero en investigar un
determinado canal iónico en la rana del
género Caudiverbera. ¿Cambia positi-
vamente un país porque un determina-
do grupo investigue durante décadas un
tema de este orden, y con un alto aporte
financiero del sistema público?
Se podrá argumentar que su repercu-
sión es mayoritariamente educacional,
en la formación de jóvenes científicos;
o en el dominio cultural, aumentando
el caudal de conocimiento. Sin embar-
go, el cuestionamiento proviene desde
quienes abogan por una mayor inver-