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linterpretarlo como sumatoria o adición de dos personas. Luego es difícil
hablar de tres, de cuatro, de mil o aplicar lo descubierto a la sociedad en
su sentido de
Gemeinschaft
(como reunión de personas “cara a cara” y
no como masa anónima,
Gesellschaft
). Christian propone –en un salto
argumental que exige reflexión– que tres, cuatro o mil no son resultado
de sumas y sumandos sino ampliación cualitativamente homogénea de la
bipersonalidad. Algunos corolarios de esta aseveración pueden examinarse
empíricamente. Por su carácter indeterminado son auténticas preguntas y
estimulan el análisis. En todo caso, este salto argumental se convierte en
basamento de la sociología “fisiológicamente” concebida (y por ende “mé-
dicamente” validada, pues la fisiología, ya lo hemos dicho, era la ciencia
fundacional de la medicina por aquel entonces).
El lector versado en la historia de las mentalidades médicas observará que,
junto con referirse continuamente a Löwith, Scheler, Jaspers, Heidegger
y otros intelectuales, nuestro autor tiene una positiva recepción del psi-
coanálisis freudiano, tal y como él lo entendió y en los modos grupales y
societarios que lo hicieron fundamento de las ciencias sociales para algu-
nos autores en los años que seguirían. En un libro posterior, titulado “
Das
Personverständnis im modernen medizinischen Denken
” (1952), monogra-
fía de claridad no superada, Christian no da suficiente relieve a sus descu-
brimientos sobre la bipersonalidad de 1949. Sin embargo, su análisis de
diversas concepciones médicas de la persona, comenzando por Karl Kraus
y su “S
izygiologie
” o “patología de la persona”, revela que ha podido darles
ordenación y estructura por una lectura atenta guiada por sus premisas
y que éstas, como el hilo de Ariadna, le conducen por el laberinto de las
multiformes concepciones de la persona que se disputan, en ese ambiente
denso del medio siglo, la hegemonía conceptual.
La medicina no siempre fue, ni siempre ha sido, una ciencia de la persona.
Es verdad que la palabra aflora muchas veces en el discurso médico, pero
también que la praxis médica habitual toma primero el
órgano
(con Mor-
gagni), luego el
tejido
(con Bichat), en tercer lugar la
célula
(con Virchow)
como base de sus estudios. Con la fisiología empírica del siglo XIX el tiem-