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Los alcaloides y los glucósidos generaron una revolución farmacéutica de
gran trascendencia, dotando de rigor a la terapéutica mediante fármacos
de origen vegetal. La lista incluía, entre otros, fármacos como la morfina,
codeína, quinina, cocaína, colchicina, efedrina, atropina, fisostigmina, pa-
paverina, reserpina, digoxina y digitoxina, de gran potencia y eficacia.
Los farmacéuticos-químicos fueron también responsables del conocimien-
to de los halógenos y su introducción en las áreas de la terapéutica, la
higiene, la medicina y la cirugía.
11. La industrialización del medicamento y la práctica de la
farmacia
Durante el siglo XIX, junto con la gran modificación experimentada por
la materia farmacéutica, la práctica de la farmacia también sufrió una
modificación radical y de gran repercusión social. La fabricación de los
“remedios” se trasladó progresivamente de la oficina de farmacia al labo-
ratorio y las plantas industriales. Las tareas de investigación y producción
de medicamentos fueron asumidas por la industria.
Si bien la industria farmacéutica nació de la botica, también fue el resulta-
do de la industria química, la que, a partir de su interés por los colorantes,
expandió su quehacer hacia los productos farmacéuticos. A medida que
los químicos profundizaron en los compuestos orgánicos, la industria quí-
mica y farmacéutica comenzó a producir fármacos sintéticos.
La industria farmacéutica no reemplazó al boticario únicamente por la
superioridad de sus productos o la economía de la elaboración. También
hay que dar mérito a dos circunstancias legales que desarrolló la sociedad
occidental con el fin de recompensar la inventiva y proteger la propiedad:
la patente y la marca registrada. La primera patente para un medicamento
se otorgó en Inglaterra en 1698 a los fabricantes de las sales
Epsom
. Duran-
te el siglo XVIII se patentaron otros productos medicinales, pero la ley de
patentes no adoptó su configuración moderna sino hasta el siglo XIX.