Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Carmen Gloria Garrido 160 y posibilitan aquella distancia con lo real para ponernos en la po- sibilidad de imaginar y de ir más allá de la propia condición, lugar y capacidad. En definitiva, los saberes emancipadores nos ponen en un lugar extraordinario por un breve tiempo; un lugar que queda fuera del espacio productivo y que nos pone en situación de vivir e interrumpir el curso de las cosas, la trazabilidad de la que hablaba Meirieu o, como señala Jacques Ranciere, en un tiempo para sen- tirse iguales a todas las demás personas y subvertir el mundo. Vivir otro ritmo. Hipótesis pedagógica ¿Qué sabes tú de mi vida? Esta pregunta, tomada del artícu- lo «Pedagogía profana», de Larrosa, nos plantea la necesidad de conexión con el/la estudiante, con su experiencia, sus emociones, su historia y su contexto. Ello implica reconceptualizar la sala de clases y asumir una pedagogía no parametral; en palabras de Estela Quintar, una pedagogía que no se enmarca en los límites y presiones de la racionalidad técnica, como la pedagogía del bonsái, donde se extrema la organización y control, y donde se pierde el sentido y se reduce la reflexión real a acciones rutinarias que no convocan al/la estudiante. Es necesario situarse entonces en la lógica de la poten- ciación; es decir, de una práctica social y de producción de sentidos y significados construidos con el otro y la otra; de descubrir lo real y lo que se oculta; de valorar diferencias a través del diálogo y la autonomía; y de trabajar con las narrativas de las y los estudiantes, sus biografías, sus ideas y darles reconocimiento como sujeto his- tórico que genera interacciones afectivas, humanas, con el saber, y sin la impaciencia del/la docente cuando espera su respuesta, y sin la voz del/la docente como única voz. La clase debiese ser el espacio de la experiencia, con un guion conjetural que se mueva en la reflexión y no la escena obligada que somete al/la estudiante y al/la docente a hacer algo falso y a sentir algo que no siente. Como señala Fernando Bárcena en su libro El aprendiz eterno , vivir es estar desorientado y tener que preguntarse a cada instante qué hacer. Quizás por ello la clase debiese generar

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