Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Una escuela que fluye: reflexiones, problemas e hipótesis pedagógica 159 La sociedad, la familia y la escuela deben avanzar a ser oyentes, a escuchar al otro y a la otra con todos sus matices: sus silencios, biografías y emociones. De algún modo se requiere volver a vivir, es decir, vivir en compañía de otros/as y con otros/as. Cohabitar. Se necesitan ciudadanos y ciudadanas que se encuentren en sus diferencias sin diferenciar. Se requieren actores no espectadores; conocimiento y no solo información; pensar y tiempo para pensar. Hay que volver a «la serenidad del pensar» propuesta por el filósofo Martín Heidegger porque «todos nosotros somos a menudo pobres en pensamiento; todos nosotros, con harta facilidad, estamos faltos de pensamientos». Debemos entender que la educación, como lo indica Jorge Larrosa, es una relación con la infancia porque es comenzar y es el tiempo de la posibilidad en un espacio en que conviven nuevos y viejos; es un enjambre intergeneracional con voces desde distintos lugares; y es un espacio con lenguajes del mundo en una relación amorosa. En este sentido, asumiendo el planteamiento de Larrosa, «el aprender también es nacer», es «una experiencia no anticipable en sus resultados». Por lo tanto, es el espacio de las posibilidades, de las presencias y las distancias; es presencia en el mundo y dis- tancia para crear. En ello nos ayuda el arte, la literatura, la filosofía y la historia, entre otras disciplinas, para remirar y generar nuevas formas y presencias en el mundo, para establecer líneas de fuga que permiten nuevas comprensiones. Podemos incluir en este conjunto de ideas el pensamiento de Sousa Santos, que nos plantea la necesidad de recuperar la experiencia de niños, niñas y jóvenes en su propio contexto sociohistórico y cultural, instalando, a la vez, otras experiencias donde convivan el conocer y el ignorar. Debemos dar sentido y conciencia a la propia historia y al sitio en que nos encontramos, donde es necesario detectar los problemas reales de gente real, en situaciones y contextos reales, y reflexionar sobre ellos. Se trata de un proceso de extranjerización y de, tal como el viajero o la viajera, ir descubriendo rutas, personas y lugares sin cerrar ni concluir. De alguna manera, se trata de recuperar los «saberes realmente inútiles», aquellos emancipadores. «Los saberes emancipadores», dice Larrosa, «son aquellos que igualan a cualquiera con cualquiera»

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