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aquellos que son así perseguidos. En un llamado a rescatar los valores liberales, Von
Weizsacker hace énfasis en la necesidad de proteger la libertad de pensamiento, incluyendo la
crítica, aún cuando gran parte de ésta sea dirigida contra los mismos alemanes.
Hacia el final de su discurso, Von Weizsacker se dirige a los jóvenes, los nuevos
alemanes, que no habían nacido cuando la Segunda Guerra Mundial comenzó. Les recuerda a
estos jóvenes que Adolfo Hitler, de manera persistente promovió prejuicios, odio y
enemistades. Apela a los jóvenes a no dejarse llevar por el odio o enemistad contra las
personas, sean éstas rusas o americanas, judías o turcas, radicales o conservadoras, blancas o
negras. Sus palabras finales son para los políticos: “Hagamos honor a la libertad, trabajemos
por la paz, hagamos cumplir la ley, sirvamos a nuestros estándares internos de justicia. Hoy 8
de mayo, permitámonos mirar la verdad directamente a los ojos tanto como nos sea posible”
41
.
Este es un discurso notable que seguramente conmovió al Parlamento y al pueblo
alemán. Ilustra el hecho que, si bien no se puede hablar de la reconciliación nacional como un
movimiento de masas, cuando los líderes de una nación están listos y con voluntad de
confesarse, de buscar perdón, de hacerse responsables por sus acciones, lo hacen no sólo por
ellos sino por una nación también. Este ex soldado alemán habló con un gran coraje que
ayudó a su país a buscar su propia redención.
El Canciller alemán Helmut Kohl recalcó lo que su Presidente buscaba al decir que “la
reconciliación con los sobrevivientes y descendientes de las víctimas sólo es posible si
aceptamos nuestra historia como realmente sucedió, si nosotros como alemanes reconocemos
nuestra vergüenza y nuestra responsabilidad histórica y si percibimos la necesidad de actuar en
contra de cualquier esfuerzo que debilite la libertad humana y la dignidad”
42
. Habría
resultado muy sencillo para el Canciller Kohl señalar a aquellos directamente responsables.
Podría haber dicho a la audiencia que mientras lamentaba los crímenes del pasado, él no había
sido consciente de ellos en su momento, y que estaría muy equivocado si culpara a la
generación actual por ofensas del pasado. Por el contrario, se hizo responsable por los hechos,
y al hacerlo como Canciller de su país, invitó y habilitó a aquellos que él representaba a
aceptar su responsabilidad también. Es en un acto como éste que la reconciliación se hace
posible.
Otro ejemplo que podemos tomar no viene de la Alemania nazi sino de los Estados
Unidos de América. Un año después que la fuerza aérea japonesa atacara Pearl Harbour en
1941, los líderes estadounidenses ordenaron la internación de 120.000 ciudadanos
norteamericanos de ascendencia japonesa. Personas inocentes que no tenían nada que ver con
el ataque y cuyo único crimen era ser originarios del Japón, fueron encerradas, perdieron sus
casas y sus propiedades, y fueron sujetas a humillaciones y persecución. Pasaron cuarenta
años antes que el gobierno de los Estados Unidos los indemnizara. En 1976, cuando se
celebraba el bicentenario de la Declaración de Independencia, el Presidente Gerald Ford
ofreció disculpas oficiales a los americanos-japoneses y sus familias quienes fueron tan
injustamente encarcelados:
41
Ibid
.
42
New York Times
, 22 de abril de 1985. Es importante tener en cuenta que este discurso fue pronunciado cuando
se liberó a Bergen-Belsen, donde más de 50.000 prisioneros rusos fueron asesinados por los alemanes.