Política mundial hacia el siglo XXI - page 154

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FERNANDO MONCKEBERG
prioritario salir de esa situación, y muchas veces ni siquiera lo vislumbra como
necesario; y aun cuando lo vislumbre, no tiene ni los medios ni la información
necesaria para ello. Por otra parte, carece de autoestima y dignidad humana, y
acepta la situación de paria.
Los niveles de participación son nulos, y, en la realidad, se encuentra
completamente marginado del sistema económico y social. No tiene ni empleo
estable ni ingresos propios, ni tampoco cuenta con los servicios básicos. La
vivienda es miserable, las condiciones sanitarias son deplorables, y existe entre
ellos un alto grado de analfabetismo, alcoholismo, delincuencia, desnutrición,
etc.
Resulta difícil precisar qué porcentaje de la población de América Latina ha
sufrido
el
"daño sociogénico biológico" de la pobreza, pero sin duda que es alto.
Se estima que 52 millones de habitantes, viven en condiciones similares a las
descritas, lo que representa un 20%. Los porcentajes pueden variar entre un 40 y
un 10% en los diferentes países del área, de acuerdo al grado de desarrollo
económico y social.
Dentro de este contexto, se hace difícil concebir que el solo desarrollo
económico, por simple
d~rrame,
vaya a beneficiar y rescatar a estos individuos de
la situación en que se encuentran. Existen en ellos, una pobreza interna en que,
además de ausencia de riqueza, se ha producido un daño en el individuo o grupo
de individuos que la sufren.
Aceptada esta premisa, para eliminar la desnutrición no sólo deben desarro–
llarse estrategias de desarrollo económico, o medidas convencionales de distribu–
ción de ingreso, sino además de acciones específicas dirigidas a los grupos de
marginalidad absoluta. La estrategia tiene que contemplar, como objetivo de
desarrollo social, prevenir el daño "sociogénico biológico" en la nueva genera–
ción, y al mismo tiempo incorporar al adulto al sistema económico y social del
país. Para ello, se requiere que el individuo esté protegido desde el momento de
nacer o aun antes, contaQdo con una alimentación adecuada, una familia protegi–
da, un medio ambiente sánitariamente adecuado, vivienda digna, control de salud
preventiva, estimulación sociocultural, educación y capacitación. Ello no se
produce espontáneamente, aunque haya un desarrollo económico.
Evidentemente que' el proceso no es fácil, por lo multifactorial, de la
causalidad del fenómen,o. Más aún, hay que considerar que, aun cuando se
implementen las acciones adecuadas, nunca los resultados son a corto plazo. La
posibilidad de prevenir la desnutrición de América Latina para el siglo
XXI
depende de que esto sea posible. Se requiere, en primer término, de la compren–
sión global del problem,a, que induzca a la toma de una decisión política que
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