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Ética e Innovación Tecnológica
Nadie pone en duda estas propiedades
del patentamiento, pero en el área sa-
nitaria hay que cualificar su alcance e
importancia. No en vano la comunidad
internacional ha evaluado como excep-
ciones las justificadas por emergencias
en el ámbito de la salud pública (Pro-
tocolo de Doha, modificando TRIPS).
Dilemas éticos y tecnologías
sanitarias
En el campo de la salud, las innova-
ciones deben exhibir al menos cuatro
propiedades:
disponibilidad
,
aceptabili-
dad
,
accesibilidad
y
calidad
. Cada una
de ellas es responsabilidad compartida
entre científicos, industriales, líderes de
opinión, público y dirigentes sociales.
La
disponibilidad
alude al hecho de que
la nueva tecnología, “dura” o “blanda”,
realmente exista; la
aceptabilidad
al en-
torno valórico y cultural en el cual se
implanta; la a
ccesibilidad
apunta a pre-
cio y costos, y la
calidad
entraña cum-
plir con expectativas y estándares del
sistema social.
Estos criterios pueden disociarse. Una
tecnología disponible no siempre es ac-
cesible. Costosas pruebas de laboratorio
pueden ser accesibles solamente a una
minoría y buenas técnicas de anticon-
cepción pueden ser rechazadas por mo-
tivos religiosos o culturales. La calidad
es difícil de asegurar si las tecnologías
son mal usadas o se exige de ellas algo
no anticipado o pensado.
La noción de “tecnología apropiada” re-
sume la armónica conjunción de carac-
teres en un contexto determinado. A ve-
ces una imitación puramente cosmética
pero ineficaz, motivada por publicidad
o ideología, lleva a adoptar tecnologías
inapropiadas.
En materia de salud, se advierte en paí-
ses pobres una brecha entre “saber” y
“hacer”. Otra disociación se da entre
necesidad y demanda. Aunque hay ne-
cesidad de medicinas para el SIDA, por
ejemplo, los pobres no pueden pagarlas,
no hay demanda y la industria no favo-
rece aquellos productos sin mercado.
La Organización Mundial de la Salud
(OMS) propone una triple clasificación
de enfermedades con relación al estímu-
lo al potencial innovador. Las enferme-
dades de tipo I existen tanto en países
desarrollados como no desarrollados y,
aunque existan diferencias en la presen-
tación o el impacto, exigen investigación
e innovación universales; las de tipo II
existen en ambos grupos de países, pero
predominan en los no desarrollados y su
impacto en ellos es más acusado, y las de
tipo III existen solamente en países no
desarrollados.
La relación con la innovación y los in-
centivos de mercado difiere según tipo
de enfermedad. Los mercados intere-
santes están en los países desarrollados
pues, aunque haya menos personas en-
fermas, tienen capacidad de pago y esti-
mulan la industria.
La ética de la innovación puede con-
vertirse en prédica de quienes se creen
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