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Niñez y Ciudadanía | Laura Cid C.
Los supuestos fundantes
Diversos casos judiciales de connotación pública (cómo no recordar el caso de la jueza Karen
Atala), dejan un sabor amargo, pues al leer los textos de diversas sentencias y reflexionar respecto
de ellas, se puede ver que el foco esencial está puesto en conceptualizaciones y representaciones
sociales
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,
distanciándose, lo basal de estos juicios, de la vida actual y futura de los niños, niñas
y adolescentes chilenos. La explicación es que nuestros jueces de familia continúan utilizando
conceptos y fundamentos de la doctrina de la situación irregular, insistiendo aún en la necesidad
de normalizar a los niños, niñas y adolescentes que llegan a sus estrados.
Sin duda, analizar los
supuestos otros fundamentos que se acogen en las sentencias, corresponde a una producción pro-
pia a partir de la bibliografía revisada, jurisprudencia analizada y también la práctica profesional.
Modelo de familia tradicional:
la figura de familia cristiana conformada por “José, María
y Jesús” y la influencia de la iglesia católica en las decisiones de políticas públicas del Estado,
ha naturalizado la idea de que una familia tradicional, formada por un padre, una madre e
hijos, está mejor situada socialmente que aquellas familias que se han divorciado, que las
parejas de hecho y que los hogares monoparentales, e incluso las parejas del mismo sexo que
decidan criar hijos (propios o adoptados), ni siquiera tienen cabida de ser nombradas familias
para gran parte de la sociedad.
Este modelo de familia tradicional ha predominado por mucho tiempo en la sociedad
chilena, modelo que se ha transmitido a través de las pautas culturales de crianza, por medio
de ciertas prácticas familiares, para el aprendizaje de los niños, niñas y adolescentes y que se
han ido transmitiendo por varias generaciones, lo que no ajusta con el tenor del texto de la
CDN, como es el caso del maltrato infantil, ya que la violencia en contra de los niños, niñas y
adolescentes al interior de las familias continúa siendo una práctica difundida y aceptada. Es
necesario precisar que en las pautas de crianza prima una representación social de los niños,
niñas y adolescentes, marcado por un contexto social determinado. Así por ejemplo, cuando
se tiene la idea del niño o niña como un salvaje, un individuo sin conciencia, las pautas de
crianza se tornan directivas y coercitivas; por el contrario, si se tiene una representación social
más liberal, como es el caso que concibe al niño como sujeto con plenos derechos, las pautas
de crianza se hacen más permisivas y tolerantes
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.
A su vez, las pautas de crianza van transmitiendo los valores culturales, es decir, aquellos
referentes sociales sobre los cuales se entrega mayor o menor evaluación a una determinada
institución, en este caso la familia. Estas convicciones valóricas o morales sobre el comporta-
miento humano social, están fuertemente arraigadas en nuestra sociedad, entregándole una
mayor validación a la familia tradicional, por ser entendida culturalmente como institución
perfecta de una sociedad. Esta manifestación entra en conflicto cuando quienes ejercen una
función pública, utilizan sus propios valores morales para juzgar prácticas sociales, además
hacen una alegoría de ello, e incluso hacen uso de su poder de decisión para crear esa sociedad
ideal por ellos soñada.
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