Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

¿Derecho a la filosofía en Chile? 71 Cuando hablamos de enseñanza de la filosofía en Chile es impo- sible no reconocer su segregación de clase. Entre el/la estudiante de colegio particular pagado, que tiene filosofía desde enseñanza básica, y el/la estudiante de liceo técnico, que ni siquiera la tiene en ense- ñanza media, existe una distancia abisal. Suponer que pueda existir un derecho ahí es posible solo porque hay otra serie de derechos que podríamos considerar vacíos de contenido e, incluso, de operatoria en nuestro país. Por ejemplo, aunque se reconoce el derecho a la salud o a la justicia como un acuerdo social validado, eso no implica que estén garantizadas para todos ni que sean iguales entre los distintos poseedores del derecho y quienes acceden a él como un privilegio. Existe una localización de clase de los derechos en Chile, lo que los difumina como tales. Así, proponer la existencia de un derecho aquí es coherente con esta situación. Se apela a un derecho, aunque, en la práctica, es un privilegio asociado al estatus económico. ¿Pueden ser los criterios de pensamiento riguroso de la filosofía, por su pertinencia y necesidad para el desarrollo en sociedad, un derecho extensible a cualquiera? La ONU o la UNESCO consideran que la educación es un derecho que debe estar realmente garantiza- do, precisamente porque esta es necesaria para el desenvolvimiento en la sociedad actual. De este modo, las políticas acordadas por las instancias nacionales están obligadas a alinearse con los acuerdos internacionales, pues existe amplio consenso en el diagnóstico y las medidas a aplicar. Lo señalado parece estar en pleno acuerdo con la Declaración de París y la Declaración de Santiago de la propia UNESCO, donde se señala en forma explícita la importancia del cultivo, la enseñanza y la transmisión de la filosofía, instituyendo el «día de la filosofía» a nivel mundial. Sin embargo, esta declaración de buenas intenciones se enfrenta nuevamente con la dura realidad. Que el propio día de la filosofía pase sin pena ni gloria en las escuelas y liceos del país, que ni siquiera las organizaciones vinculadas a su cultivo lo celebren, habla más de un deseo que de una realidad.

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