Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Mario Sobarzo Morales 70 Con la llegada de la democracia, sin embargo, la situación de la filosofía cambió completamente. Hacia finales del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle se sancionó que dicha asignatura perdería una hora en el currículum científico-humanista, desaparecería del currículum técnico-profesional y pasaría a ser optativa en la ense- ñanza de adultos. Gracias a una movilización de todos los actores vinculados a la práctica de dicha disciplina se logró revertir la rebaja de la hora en el currículum científico-humanista, pero virtualmente desapareció del resto del sistema escolar. Durante casi dos décadas la filosofía logró resistir la desidia del mundo político con su afán estandarizador, un mal currículum –es- pecialmente en tercero medio– y la desconfianza del nuevo discurso técnico que capturó la educación pública chilena. Llegamos así al año 2016, cuando la reacción del mundo de la filosofía ante una presentación emanada del Mineduc llevó al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet a comprometerse con la inclusión de la filosofía en el currículum de manera que esta pa- sara a ser una asignatura para todos y todas los/as estudiantes de la enseñanza media chilena. El Consejo Nacional de Educación, sin embargo, en ese momento rechazó la propuesta curricular, aunque más adelante, en el primer semestre de 2018, informó que la filosofía sería parte del nuevo currículum nacional. Una gran noticia para el mundo de la filosofía, pero que nos obliga a pensar lo que sucede con su enseñanza –en el ámbito de su justificación teórica– y con su praxis –en el ámbito de su aprendizaje–. La lucha de esta etapa ha estado marcada por la idea de que existe un derecho a la filosofía, un derecho a aprenderla, practi- carla y cultivarla. Sin embargo, las preguntas anteriores a aceptar esta idea de la filosofía como derecho no son pocas: ¿cuáles son las condiciones de posibilidad para hacer filosofía en Chile? ¿Cómo se produce una reflexión filosófica? ¿Cómo se lee filosofía? ¿Qué se lee como filosofía? ¿Quién orienta esas lecturas? Las universidades que forman profesores/as de filosofía poco saben de estas interro- gantes. No es culpa de ellas: en un país donde están obligadas a ser rentables, queda poco espacio para la autonomía del pensamiento y su necesidad social.

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