Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Lucía Valencia Castañeda 56 interpretación del pasado que diera unidad y sentido de identidad a una diversidad de pueblos que, en la mayor parte de los casos, tenían pocas razones para sentirse parte de una misma cultura y sociedad, y de un mismo proyecto de futuro. En dicho contexto, la historia fue enseñada como la hazaña militar en las luchas por la independencia política, y sus protagonistas y acto- res, como los héroes que daban la vida por la fundación y la defensa de la patria. La geografía, en tanto, se limitó a enseñar la configuración política del territorio como un espacio que se construía a partir de la disputa con los nuevos vecinos y que pasaba por sobre las culturas originarias, afirmando las nuevas delimitaciones administrativas. Estos propósitos de la enseñanza de la historia y de la geografía son denominados por Mario Carretero como románticos, en tanto apelan a la construcción de una identidad colectiva a partir de la emocionalidad, de la identificación de los y las estudiantes con per- sonas (más bien personajes) y acontecimientos del pasado dignos de admiración, de imitación y que deberían producir orgullo. El propósito romántico de la enseñanza de la historia y de la geografía resalta hechos gloriosos y triunfales más allá de las consecuencias que hayan provocado. Se trata de conmemorar más que de explicar; de sentirse parte de una comunidad más que analizar sus causas o sus orígenes. Estas finalidades de la enseñanza se remontan a la segunda mitad del siglo XIX y a las primeras décadas del siglo XX, pero siguen estando muy arraigadas en las prácticas de enseñanza de muchos profesores y muchas profesoras que ponen énfasis exclusivamente en los contenidos, y que esperan que sus estudiantes recuerden y reproduzcan información sobre personajes, lugares, fechas y acon- tecimientos dignos de ser rememorados. La enseñanza así entendida tiene gran correspondencia con las interpretaciones historiográficas tradicionales o conservadoras, de gran peso y relevancia en el siglo XIX, pero que son fuertemente cuestionadas y superadas a partir de la segunda mitad del siglo XX por la llamada Nueva Historia. Peter Burke define a la Nueva Historia como la «historia total», distinguiéndola así de la historia tradicional, centrada casi exclusivamente en la narración de los

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