Mejorar la educación : aprendizajes desde la investigación educativa

Pablo Torche 220 El setting, en su conjunto, les resulta desconcertante. Ser invita- dos a un almuerzo de buena calidad, en un salón a menudo suntuoso, simplemente para saber lo que piensan de una determinada política educativa o de un tema en general de la educación es, sin duda, algo a lo que no están acostumbradas/os. Al comienzo se hace patente que no entienden bien de qué se trata, incluso de que sospechan un poco, como si temieran que en algún momento fuéramos a sacar unos folletos para venderles algo. A medida que la reunión avanza se van empoderando de su rol y sintiendo cada vez más orgullo del mismo. Cuando concluimos el trabajo, entre las palabras de agra- decimiento de rigor, deslizan invariablemente el mismo comentario: que nunca los habían invitado a una actividad de este tipo y que se deberían hacer más a menudo. En realidad, en Chile no estamos acostumbrados a pedirles la opinión a las/os docentes ni a quienes están a cargo de la dirección de los establecimientos educativos. Por el contrario, hay una larga tradición de darles instrucciones, plantarles metas y exigirles resul- tados. Desde las más altas autoridades políticas del país, el discurso habitual hacia las y los docentes es más bien de decepción, acaso condescendencia. La idea fundante a la base es: «Nuestros profe- sores son malos, por eso la educación no está a la altura de lo que necesitamos; deben mejorar». En una lógica casi colonial, la forma en que las instituciones públicas de educación han establecido la relación con los y las docentes es de carácter fundamentalmente punitivo: los y las docentes son un problema, una de las causas de la baja calidad educativa. Este discurso es asumido con facilidad por los otros sectores de la elite educativa: académicos/as, tecnócratas y ubicuos policy makers. Más allá de matices e incluso diferencias ideológicas, todos y todas se encuentran en un lenguaje, una gramá- tica común en torno al cuerpo docente del país, tal como evidencia un estudio realizado por Felipe Acuña y sus colaboradores. Es un lenguaje que excluye casi por completo las apreciaciones positivas, para no hablar del reconocimiento de que se trata de un actor del cual se puede aprender algo. Se centra por el contrario en la deficiencia, en lo que no hacen, en lo que les falta. Este punto de vista hegemónico –sin contrapeso– sobre la calidad de las y los docentes de nuestro país ha tenido un efecto

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=