Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile

59 cine lico, un lugar imposible que ancla al espectador en la contracara feliz de una realidad asfixiante. Este espacio “por fuera de lo real” conduce a una especie de redención simbólica para un grupo de personajes que no tienen salida. La subversión, por su parte, aparece junto a Jaime (Andrew Bargsted, que actuó en Mala junta ), quien atrae a los personajes a una suerte de im- pulso nihilista. Será precisamente él, luego de varios acontecimientos trági- cos al interior del recinto, el que acelere las acciones que desencadenan el fil- me hacia un fuego incandescente movido por la rabia contra la institución. El esfuerzo de “representación” de un otro —en este caso, menores reclusos— nos retrotrae a los nudos más complejos de este eje, a saber: la posibilidad (o no) de la “toma de la palabra” del otro, pregunta densa y de larga contestación al interior de las batallas más cruciales del cine social y político, así como de largos debates sobre subalternidad, lenguaje y representa- ción. En este aspecto, el filme se acerca más bien a determinadas opciones alegorizantes que hicieron del cine de Costa Gavras, Pon- tecorvo o incluso Ken Loach una opción es- pecífica dentro de las tradiciones del “cine de izquierda”, como es el “cine de mensaje”. Esto se grafica en la cinta con la escena final, donde el sacrificio es propuesto a modo de cierre, buscando en la impotencia del espectador un llamado a la acción. Una catarsis “dura” que construye mártires en vez de complejizar representaciones. Ese enfoque parece hacer caso de un determinado lugar para la ficción en el seno mismo del clima postestallido social, acaso, el llamado del cine a cumplir esta función redentora por vía de operaciones concretas de identi- ficación emocional, narración y montaje. No es que esto no pueda hacerse, pero al retrotraernos a Mala junta , esas ambiciones eran menos rígidas y más focalizadas en las situaciones y contradicciones de los propios perso- najes, dejando que las acciones permitan al espectador sacar sus propias conclusiones. Un tipo de realismo que prescindía de ese esfuerzo didáctico y que acá está subrayado con algo de mesianismo y buena consciencia. Mis hermanos sueñan despiertos cuenta con el contexto y la ira in- candescente, ígnea del clima postoctubrista a su favor, una llama aún viva que espera en cualquier momento volver para quemarlo todo. Una metáfora —el fuego— que ha estado bien presente en el cine chileno re- ciente — Visión Nocturna , Tarde para morir joven , Princesita o la reciente El cielo está rojo — y que en Mis hermanos sueñan despiertos no solo es un afecto colectivo, sino también lo que lleva todo a la asfixia o la autoin- molación. Un camino trágico y sin salida frente al cual solo es posible soñar o huir, y no esperar que algo cambie. IVÁN PINTO VEAS. Crítico de cine, investigador y docente. Editor de la revista La Fuga. cl. Investigador posdoctoral en ICEI, Universidad de Chile Mis hermanos sueñan despiertos Chile, 2021 85 minutos Dirección: Claudia Huaiquimilla Guión: Claudia Huaiquimilla, Pablo Greene Elenco: Iván Cáceres, César Herrera, Paulina García Productora: Inefable, Lanza Verde

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