Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile

58 Fuego redentor Mis hermanos sueñan despiertos, de Claudia Huaiquimilla A dos años del estallido y en un presente con- vulsionado por sus efectos políticos, una pe- lícula como Mis hermanos sueñan despiertos arroja una determinada conciencia narrati- va que hace eco de la situación del país. Se trata del segundo filme de Claudia Huaiquimilla luego de Mala junta (2016), una de las películas más celebradas de la década pasada, que abordó desde un lenguaje directo y un sólido realismo dramático la realidad de dos adoles- centes que se movían en los márgenes urbanos y rurales del Chile contemporáneo, con el telón de fondo del conflicto en el Wallmapu. Como en aquel filme, Huaiquimilla vuelve a cen- trarse aquí en la vida de dos adolescentes que viven el desamparo, concentrándose ahora en el relato de dos hermanos, Ángel y Franco, quienes se encuentran en un centro de reclusión del Sename. El tema no es menor: se trató de un asunto interpelado directamente por las movilizaciones de 2019 a la luz de los diversos casos de abuso acontecidos en estos recintos y que ha- bían hecho noticia en los últimos años. Ángel y Franco buscan salir adelante al interior del centro, en un contexto adverso que dificulta la reinser- ción. Angel, el mayor, cuenta con el apoyo motivacio- nal de una tutora —interpretada por Pali García— y se enfoca en dar la Prueba De Admisión Universitaria. Franco, por su parte, desconfía de esa posibilidad y parece particularmente afectado por el abandono de su madre. Mientras cada uno lucha por sobrevivir en el día a día, es el ambiente opresivo del espacio y la institución el que se instala como una densa capa que doblega cuerpos y voluntades. La película, a diferencia de Mala junta , enfatiza menos las acciones que el clima psicológico de los me- nores en el centro. Un lugar árido y absorbente donde la pesada rutina apenas se ve acolchonada por tranqui- lizantes administrados a diario. En ese contexto, Huai- POR IVÁN PINTO quimilla se enfoca en las interacciones sociales. Por un lado, el vínculo entre los hermanos, una especie de pacto indisoluble, en el cual Ángel no que- rrá dar ningún paso sin que su hermano lo acompañe. Por otro, la relación al interior con sus compañeros: una suerte de comunidad afectiva parece darse en re- sistencia a la dura cotidianeidad a la que son expuestos. Mis hermanos sueñan despiertos contiene en su tra- tamiento una recreación empática del clima solidario de los adolescentes reclusos, combinando actores y no-actores desde un coa y un habla realista, verosímil, fluido. Uno de sus fuertes es la construcción de los diá- logos, constituidos en base a personajes que se comu- nican, interpelan, dialogan, comparten. Este intento por “representar” el universo desde una forma cercana es parte de un esfuerzo constante del filme, partiendo por la investigación propia del proceso de guión, con la que se quiso dotar de realismo y verosimilitud a la cinta, hasta la banda sonora, que incluye el rap que hizo un chico recluso y que cumple un rol importante en el desarrollo de una escena. Mientras sus vidas se mueven en un frágil hilo de supervivencia, el antagonista real de los hermanos no es tanto un personaje externo o el espacio físico de la cárcel como una determinada sujeción mental y afec- tiva. Esto último es importante: el enfoque de Huai- quimilla se centra en el aspecto de una violencia más abstracta, que remarca la condición psicosocial de sus personajes. Por sobre una mirada a los excesos y vejá- menes ocurridos en la vida real, la crítica de la pelícu- la apunta a una violencia sistémica y estructural, una especie de círculo opresivo del cual no se puede salir. Frente a eso, el escape posible para los personajes son los sueños o la subversión. El mundo onírico aparece a lo largo de todo el me- traje. Huaiquimilla alterna una secuencia de imágenes de los protagonistas en lo que podría ser un espacio idí-

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