Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile

Se suele comparar a Kast con Trump o Bolsonaro, como si no hubiera antecedentes de extremismos de derecha en Chile. ¿Se entiende mejor esta radicalización de la derecha si se mira la historia reciente? —Creo que Jaime Guzmán no solo cristalizó una constitución. Su tentativa fue forjar una suerte de ethos cultural no discutible, una hegemonía cultural perdurable cuando los militares dejaran el poder. Se creía que la disputa fundamental era con una derecha moder- na, con Evópoli, Sichel, y de repente aparece este chirrido ideológico, reaccionario y refrac- tario. ¿Quién es Kast? Kast no es un heredero culposo del guzmanismo. Es el guzmanismo. Es el que despierta en la memoria lo que los sectores elíticos reclamaban: no solo el orden, la jerarquía, el tutelaje autoritario o el disciplinamiento policial, también esta suerte de pa- ternalismo moral, esa regulación de los afectos, del lenguaje. Hay un grafiti de 2011 que gatilló mi esfuerzo por reconstruir estas memorias fascistizadas de la dictadura: “Desgumanízate”, decía. Tras el estallido parecía que por fin superábamos a Guzmán, pero en noviembre de 2021 parte del electorado nos devolvió su imagen y semejanza. Kast no es un sucedáneo, transporta la genealogía pura del guzmanismo, una genealogía fascistizada, disciplina- ria, autoritaria, nacional, catolicista, patriarcal y neoliberal, que sigue intacta también en nuevos actores como Kaiser y de una manera opaca en Parisi. Qué antiguo puede ser el futuro, ¿no? Titulas el libro Los más ordenaditos . Pero si se piensa en la ultradere- cha que encarna Kast, Trump o Bolsonaro, parece más asociada, al menos performáticamente, al desacato, a decir lo que se piensa, a cuestionar lo políticamente correcto. Se muestran como “los más desordenaditos”. —Es parte de las performances cosméticas no solo del fascismo categó- rico, sino también del posfascismo. Hay que pensar en el uso de la propa- ganda como un instrumento fundamental para movilizar y despertar la fe más que la racionalidad. Estas manifestaciones estilísticas tienen la misión de movilizar las creencias más que las racionalidades ideológicas. Kast es un sujeto casi nativo de Tik Tok, y lo mismo pasa con otras plataformas e in- fluencers : hay ahí una fuerza grativitatoria comunicacional que intenta atraer sensibilidades a través del desparpajo. Ves elementos claros del intento de rearticular una suerte de mística del desparpajo con efectos narcotizantes de la personalidad, propios de algunas narrativas fascistas. ¿Cuál es el fondo? La jerarquía, el orden, la aristocracia, la igualdad como una negación de la ley natural, el darwinismo social. Las mujeres empoderadas, los inmigrantes, los gays, las minorías étnicas y el plurilingüismo son antinaturales para una concepción fascista, son una fuerza invasora que destruye esta suerte de orden natural. Este desparpajo es casi típico del fascismo, recuerden a D'Annunzio, Marinetti, el futurismo. Es decir, está ese intento de incordiar estéticamente, de provocar, pero detrás hay un fuerte conservadurismo. Es lo que algunos teóricos llaman la revolución sin revolución. Hay detrás una mentalidad de guerra que, según dices en el libro, se enquistó en la subjetividad de esa generación que se formó durante la dictadura. —Exactamente. Las mutaciones son de forma, pero no de fondo; estas actitudes choras, desparpajadas , no pueden evitar el supremacismo, el antirracionalismo, el antintelectualismo, muy propios del fascismo categórico. Y se actualizan. Así se explica esa antipatía hacia el fe- minismo, a los movimientos de defensa de la libertad sexual y el temor irracional al otro, ya sea mapuche, inmigrante. También vemos un anticomunismo ramplón. Se vincula con la explotación política del miedo en la que el fascismo canónico y el posfascismo son maestros. Se usa mucho la palabra “ideología” como algo negativo, se habla de “agenda ideoló- gica”, como si en la ultraderecha no hubiera ideología. —Claro, está ese discurso de que no se es ni de derecha ni de izquierda. Bourdieu «Este proceso de juvenilización de la política se ha manifestado sobre todo desde 2011. Mi tesis es que el estallido se explica en 2011, es ahí donde ocurre una alianza intergeneracional y esa es la forma en que llega Boric al poder, construyendo una mayoría intergeneracional. Es lo que no ocurrió en los 60». 16

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