Palabra Pública N° 24 2021 - Universidad de Chile

lo dice muy bien cuando habla de instalar un “arbitrario cultural” que parece venido desde Dios, y lo ejemplifi- ca con la forma en que los capitales culturales aparecen en la escuela como legítimos, cuando en realidad no hay cultura legítima: se oculta que esos capitales culturales vienen de las clases dominantes. En la ultraderecha hay un discurso ideológico, por supuesto, pero hay una vio- lencia simbólica que tiene que ver con esconder el origen de esas posturas haciéndolas pasar como neutras. Por eso he estado tomando registros de los discursos de youtubers e influencers de ultraderecha, no solo de lo que ellos dicen, sino de ese fondo no discutible, de la naturalización de ciertas narrativas que son tremendamente peligrosas. ¿Y qué has descubierto? —Un indicio preocupante es el desplazamiento de lo decible, como cuando aparece Kaiser diciendo lo que dice. Dicho en poesía, al parecer la jaula estaba adentro del pájaro. Como ese afiche de los años 80 en que aparecería un dicta- dor que salía de la guata de otro y decía “saca al dictador que llevas dentro”. En el fondo, se ha activado esa memoria gene- racional, esa guzmanización que tenemos en el corazón y que todavía no hemos sacado. Veo indicios de una naturalización de esas políticas fascistas, que hace que esas posturas políticas extremas se vean tan legítimas como cualquier otra. ¿Qué capacidad tienen esos discursos de conectar con sujetos que se sienten víctimas? —Creo que esos discursos van dirigidos a sujetos que han visto erosionados algunos valores, como las comunida- des cristianas de diverso cuño o las que creen que la iden- tidad chilena está en un reservorio identitario cultural del campo chileno. El eslogan que tenía la Junta Militar en los primeros años era “reconstrucción nacional”, y eso se vuelve a escuchar hoy. En el caso de la dictadura, se usó a la juven- tud como metáfora e hipérbole de la reconstrucción de los valores perdidos por el cáncer marxista. El cáncer marxista para estas narrativas hoy es la Convención Constitucional, es Boric. Se busca una recuperación además de la nación patriarcal, de los valores inmutables de la comunidad nacio- nal que han sido corrompidos y destruidos por el estallido. Por lo tanto hay una vinculación lógica con esa idea de la destrucción moral de las jerarquías, de un orden natural. Es importante entender que también hay ciertas prácticas monologantes y autistas en nuestros propios sectores, del cual las burbujas algorítmicas se aprovechan. Necesitamos capacidad de escucha: las palabras de Kaiser que reflotaron están circulando hace dos o tres años. La bandera de la juventud, al menos desde 2011, parece estar más en la izquierda que en la derecha, pero la derecha ha sido eficaz en recordar que es un tipo de juventud. —Cuando a Boric le preguntan qué es lo que admira en Kast, respondió “la perseverancia”, y cuando a Kast le preguntan qué admira en Boric, dice “la juventud”, y seguidamente lo descalifica porque "tiene mucho que ma- durar". Es muy interesante cómo se desliza una suerte de inconsciente respecto del capital político que él sabe que tiene la juventud para dotar de mística a un proyecto po- lítico. Sabemos que para ese sector es muy importante la idea de regeneración: la juventud es el capital político que ellos añoran. Lo inédito del proyecto de Boric, si es que tenía algo inédito, es que concreta, creo, un anhelo huido- briano : hacer nacer la juventud, transformar a un sujeto meramente identitario en un sujeto político y llevarlo al poder en una alianza interclasista. Vicente Huidobro pierde como precandidato a la Pre- sidencia en 1925, pero pasa a la historia como el candi- dato de la juventud. —Es curioso, hay un paralelo entre los años 20 del si- glo XX y los 20 del siglo XXI: en los dos períodos se busca convertir a la juventud en un actor social en el poder. Este proceso de juvenilización de la política se ha manifesta- do sobre todo desde 2011. Mi tesis es que el estallido se explica en 2011, es ahí donde ocurre una alianza interge- neracional y esa es la forma en que llega Boric al poder, construyendo una mayoría intergeneracional. Es lo que no ocurrió en los 60. Ahí difiero con Carlos Peña cuando dijo que el estallido era un movimiento generacional. Lo que hay ahí es una estratificación de la experiencia ge- neracional, distintas generaciones que tenían un punto en común que no era el malestar, sino la precarización, partiendo por los temas que se levantaron en 2011 y que movieron lo imaginable, como pasó con la gratuidad. En el estallido se sentían interpelados los mayores con el sis- tema de pensiones, los jóvenes endeudados con el CAE, la gente de mi edad con el sistema de salud. ¿Qué crees que representó la candidatura de Boric en ese sentido? —Hay una comunión intergeneracional que logró cua- jarse. No es lo que pasó en 1968, en que las y los jóvenes actuaron tan cupularmente que no lograron conectarse con las experiencias ni con los proyectos de las otras ge- neraciones. Lo de ahora es distinto. Y esto es pura poesía: Boric llega y dice “vamos a firmar el Acuerdo por la Paz de 2019”. Cuando Lagos lo apoya, se agarra de eso: recono- ce en ese gesto de Boric un dialogo intergeneracional y se siente representado. El proyecto político de Boric puso pro- fundidad donde antes había superficie. Lo que no tenemos que hacer, tal como lo hace el fascismo, es beatificar a la juventud, porque en realidad no ha estado necesariamente en las posturas más progresistas o en la vanguardia políti- co-social. Ni beatificar ni sacralizar: la izquierda debe mirar a las generaciones subrayando sus puntos de comunión, de alianza. Es ahí donde todo fructifera. 17

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=