Palabra Pública N°23 2021 - Universidad de Chile

comunitario de la vida. La presencia de las compañeras indígenas en los movi- mientos feministas y en el feminismo popular ha sido muy grande. Pienso en particular en compañeras como Gladys Tzul Tzul (Guatemala, 1982). Me ha impactado mucho su pensamiento, porque me parece que mujeres como ella son una expresión muy potente de los cambios que se están dando en las comu- nidades indígenas también, donde son las mujeres quienes quieren confirmar un régimen comunitario y liberarse de una visión patriarcal. “Sin comunitarismo no se puede vivir” Silvia Federici ha vivido en Nueva York la pandemia, durante la que ha que- dado en evidencia más que nunca los estragos de la privatización de la salud mental. Le comento sobre el lema que circula en Chile: “No era depresión, era neoliberalismo”. La tragedia pandémica ha volcado los vasos, los ha hecho esta- llar. Ella advierte: “(La crisis de salud mental) no es solo de la pandemia, es que estos sistemas sociales nos dan trastornos, crean formas de enfermedades menta- les, exasperación, ansias, miedo, competencia. Todo esto es una contaminación emocional, intelectual, mental. Por eso lo comunitario es tan fundamental, y lo hemos visto en este periodo. Por ejemplo, para mí, ha sido esencial salir al patio, ver gente, ver a los niños, a compañeras de mi grupo, de mi colectivo. En los peores momentos del covid nunca hemos dejado de encontrarnos. Ha sido una gran alegría. Da la posibilidad de no deprimirse”. Esas micropolíticas de resistencia en red son una fuerza muy poderosa. Ahí hay una lucidez del feminismo. —Es algo muy necesario, porque sin ese comunitarismo no se puede so- brevivir. Estoy en una situación que viven millones de mujeres: mi compañero está bastante enfermo, tiene una enfermedad crónica, y para mí es un trabajo de cuidado inmenso y mis fuerzas no son suficientes. Lo que me ha permitido sobrevivir es que tengo compañeras que dicen: ¿no has cocinado hoy? Voy a cocinar para ti. Me telefonean todos los días. Es lo que me permite continuar y no deprimirme. Hay una frase del movimiento feminista chileno de 2018 que nos hacia tanto sentido: “Ahora que nos encontramos, no nos soltamos”. —Te voy a mostrar algo (Silvia se levanta y busca una tela roja estampada con una imagen en blanco y negro, donde se lee “Población La Victoria 1957, 30 de octubre”). Me lo regalaron y lo tengo aquí, porque cuando fui (a Chile) llegué a La Victoria y me impactó mucho. Conocí ahí a una mujer, he perdido su nombre, pero fue una de las primeras que empezó con las ollas populares, y me contó cómo era la vida cuando en la noche los tanques llegaban a la comunidad. Visité también la radio (La Señal 3 de La Victoria, en 2018). Hablemos de la Convención Constitucional chilena. Su presidenta es Elisa Loncon, y hay una impronta feminista importante entre varias cons- tituyentes. Ahí hay ciertas señales simbólicas que van a tener repercusio- nes materiales, finalmente. —Es fantástico lo que está pasando en Chile. El Cono Sur está trayendo al mundo la lucha de las mujeres, de los movimientos. Todas miramos a Chile, a las compañeras de Argentina, Uruguay, Bolivia, entonces creo que los 500 años de historia en que América Latina ha conocido el capitalismo, la conquista, el racismo, las torturas, el imperialismo y un desarrollo homicida, han generado una sabiduría en torno a hacer política que no encuentro en otros lugares que también han vivido una historia de represión, de esclavitud. Por eso, creo, vemos 27

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