Palabra Pública N°23 2021 - Universidad de Chile

en Chile un proceso que se ha construido reflexionando, reorganizando, aprendiendo de la represión. Es un mo- mento muy importante. ¿Cuán importante crees que es el diálogo transgene- racional en los feminismos? —Es muy, muy importante. En mi colectivo soy la abuela, porque todas las demás son mucho más jóvenes, podrían ser mis hijas o las hijas de mis hijas. Están abier- tas a escuchar, quieren aprender; entonces lo común no es solamente relacionarse con la gente, sino también re- lacionarse en el tiempo, con los que han muerto, con la historia, entendida como un relato común. Es funda- mental la capacidad de salir de lo individual, de esta isla en la que nos han confinado; de entender que nuestro cuerpo no está solo en esta lucha, que se expande, se co- necta con otros y también en el tiempo. Este es el poder de lo intergeneracional, de aprender y luchar sobre lo que tu mamá, tu abuela o las mujeres de tu comunidad hicieron y sobre el camino que han abierto; es compren- der que no naces de la nada, sino que en un tejido social donde otras mujeres ya han luchado. Una lucha sin me- moria colectiva, sin historia, es una lucha perdida. Esto también lo veo mucho en México, en Argentina. Lo he aprendido de las compañeras de América Latina: la me- moria como herramienta para crear colectividad, como herramienta para crear entramados comunitarios. ¿Crees que estamos en un cierto momento espe- cial en el que podemos hablar de una “nueva tem- pestad”, haciendo un juego de palabras con Calibán y la bruja , ese libro que ha sido tan señero? Si es así, ¿cómo ves esa tempestad? —Creo que la diferencia es que hoy la lucha de las mujeres se reconoce en un continuo, por ejemplo, con la lucha por la defensa de la naturaleza, que a la vez es un continuo con la lucha contra la guerra o contra la destruc- ción de los bosques amazónicos. Es decir, hay un sentido más amplio de lo que es la solidaridad. A pesar de los es- fuerzos por crear un feminismo neoliberal, un feminismo de Estado o uno que compite con los hombres, todavía está creciendo un feminismo que habla de poner la vida al centro, de recuperar los discursos de la reproducción para la creación de un bienestar, no solo para mejorar las vidas de las mujeres, que es fundamental, sino para crear una sociedad diferente. Hoy hay un feminismo que ve que no hay posibilidad sino es cambiando el mundo, creando una lógica diferente de las relaciones sociales. En ese sen- tido, hay una novedad, algo nuevo que está empezando. Y eso “nuevo” lo relacionas también con una nueva forma de concebir la democracia. —Creo que hay que escribir de nuevo todo el discurso de la democracia, porque el concepto de democracia está tan contaminado. Todas sospechamos cuando escuchamos esa palabra porque lo que hemos visto como democracia es aquella que habla del capital. Hay una democracia que no usa el término como tal porque en realidad significa el rechazo de todas las jerarquías: es el rechazo de la racializa- ción, del patriarcalismo, de las desigualdades. Eso es demo- cracia. Se usa el término no a partir de lo político, sino de las condiciones materiales de la vida. Para mí, la forma de verificar una democracia, es decir, si es o no es, es medirla en base a las condiciones reales de cómo nos relacionamos con la riqueza que hemos producido. De lo contrario, es una palabra para confundirnos. ¿Y cómo ves ahí el rol del Estado en relación a esa reproducción social y el feminismo que lo interpela? —Me parece fundamental. Por un lado, no podemos olvidarnos del Estado, porque tiene el control de tantas co- sas y tanta riqueza. Ahora en Estados Unidos, por ejemplo, estamos hablando de tres trillones (de dólares) destinados a un proyecto de infraestructura para relanzar la economía. Cuando lo quieren, el dinero aparece; dinero hay en can- tidades increíbles. Entonces, es necesario responsabilizar al Estado con respecto a la reproducción social. Para mí es muy importante insistir en que no podemos dejar al Esta- do el poder de decidir cómo se organizan los servicios; ne- cesitamos elaborar un programa para definir nosotros qué queremos del Estado y cómo vamos a ejercer ese poder de decisión. Así que no es que el Estado decida todo. Necesi- tamos organizarnos para controlar, para ser partícipes, para no dejar que el Estado sea el que decida todo. “Es fundamental la capacidad de salir de lo individual, de esta isla en la que nos han confinado; de entender que nuestro cuerpo no está solo en esta lucha, que se expande, se conecta con otros y también en el tiempo. Este es el poder de lo intergeneracional”. 28

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