Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile

Una escritura generizada E n Los días que no escribí (Cuatro Propio, 2020), octavo libro de Isabel Gómez, la poeta elabora un implacable despliegue de memoria para construir el itinerario de una derrota colectiva que transita entre la esperanza y la desesperanza. El fracaso es parte de una historia individual y colectiva de toda una generación, que la escritura asume como un deber compartir. El reconocimiento de los yerros permite volver a tener esperanza; así, la voz lírica señala desde el ahora: “caminamos hacia el horizonte de una nueva memoria. / Ahora/ una extraña lengua se apodera de nuestro himno/ hasta que la fuerza de las piedras/ vuelvan a ser mar” (40). El resurgimiento de la utopía implica tener esperanza en el futuro donde surgirá una nueva memoria. El cierre de estos versos, “hasta que la fuerza de las piedras/ vuelva a ser mar”, no me deja indiferente. Es más, me lleva a vincular el renacer de la utopía con nuestra revuelta social, donde las piedras son el arma del subalterno, la herramienta direccionada hacia un destino de libertad. Mujer, memoria, posmodernismo, colonialismo, marginación y utopías son los ejes de una escritura que nos orienta al origen de la derrota. “Arrastramos la estirpe de rostros traicionados/ mujeres que se ocultan adentro de los días/ y cruzan largas horas en el mito de mirarse” (41). La colectividad habita esta escritura que surge desde las traiciones a las que ha sido sometida, produciendo una acción ensimismada. Ese volcarse hacia adentro conduce al final del poeta: “los pueblos siempre estuvieron allí/ sin que yo lo supiera” (41). Este verso final revela una conciencia autocrítica enorme. La hablante no vacila en afirmar su desconocimiento, en aquel entonces, de la historia o, en específico, de los pueblos, les marginades. “Sin que yo lo supiera”, señala golpeando, y fuerte. La sujeta se encarga de autodenunciar su ¿responsabilidad? La posmodernidad privatizó el yo, y por lo mismo, esta escritura denuncia la subjetivación individualista, derivada además del capitalismo avanzado. La violencia de la posmodernidad capitalista es parte del trayecto de vida del cuerpo femenino. Gómez elabora una poesía y una voz generizada cuya identidad es porosa: “Aparta- mos la sangre de la memoria/ ungidas por volver a construir la geología de la historia” (14). “Ungidas”, señala el verso, es decir, signadas por la santidad, en pos de elaborar la historia. El significante mujer está unido acá al significante cuerpo, es imposible disociar- los. Así la hablante dice: “apenas un puñado de memoria rescato de estas manos/ aquella que oculté en mi forma vagabunda de caminar/ despacio y pausado” (32). La sujeta recupera el pasado de manera fragmentaria y remarca haberlo ocultado en su cuerpo, en la materialidad de una forma “vagabunda”. Hélene Cixous nos habla de una escritura corporizada, desde y con el cuerpo, y desde la diferencia femenina. El cuerpo es así concebido como aquello marginado, silenciado Los días que no escribí , de Isabel Gómez: Los días que no escribí Isabel Gómez Cuarto Propio, 2020 66 páginas POR PATRICIA ESPINOSA H. CRÍTICA DE LIBROS 23

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